Nos bajamos del tren por unas horas y nos subimos a la sonda espacial Voyager II y desde los confines del Sistema Solar dirigimos nuestra mirada hacia la Tierra:
«Desde este punto de vista lejano, la Tierra puede no parecer
de cualquier interés particular. Pero, para nosotros, es diferente.
Consideremos de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos
nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos
los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y
sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas
económicas, cada cazador y cada recolector, cada héroe y cada cobarde, cada
creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven
pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor
y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada
superestrella, cada líder supremo, cada santo y cada pecador en la historia de
nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de
sol.
La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa
en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que,
en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción
de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los
habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de
alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos
están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios.
Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de
que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… Todo eso es desafiado
por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en
la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad —en toda
esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún
otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos solo de nosotros
mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay
ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie
pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento
la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una
experiencia de humildad, y yo añadiría que formadora del carácter. En mi
opinión, no hay quizá mejor demostración de la locura de la soberbia humana que
esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra
responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente,
y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos
conocido.»
“Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in Space”
(1994)
Carl Sagan (1934-1996)
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