«No sé qué ni cómo, pero me parece que más que nada gracias a estos cielos (de vez en cuando pienso, que aunque por supuesto lo he visto todos los días de mi vida, nunca antes había visto realmente el cielo).
Este otoño vivido he tenido algunas horas maravillosamente plenas –¿o acaso no podría decir que han sido perfectamente felices?–.
Según he leído, Byron, justo antes de su muerte, le dijo a un amigo que en toda su vida sólo había conocido tres horas felices. También está esa vieja leyenda alemana sobre la campana del rey, con la misma idea. Mientras estaba en el bosque, con una hermosa puesta de sol entre los árboles, pensé en Byron y en la historia de la campana, y surgió en mí la impresión de que estaba teniendo una de esas horas felices. (Aunque tal vez mis mejores momentos nunca los he apuntado: cuando llegan no puedo permitirme romper el encanto con registros acuciosos.
Simplemente me abandono a ese estado de ánimo, lo dejo ser y me entrego a su éxtasis placentero).
¿Qué es la felicidad, de cualquier manera? ¿Es una de estas horas o algo parecido? Tan impalpable… ¿Un simple aliento, una tinta que se desvanece? No estoy seguro, pero me daré a mí mismo el beneficio de la duda.»
Esto escribía Walt Whitman en una página de su diario el 20 de octubre de 1876. Tenía 57 años y seguía añadiendo versos a su gran obra, "Hojas de hierba", de la que ya había publicado 2 ediciones y unas cuantas más verían la luz en años posteriores.
Nos habla de la felicidad, esa sensación que todo el mundo persigue pero que nadie sabe exactamente qué es, tal vez no sea lo mismo para todos, no sé...
Sea lo que sea, ¡Salud y que alguna vez conozcáis la felicidad!
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