miércoles, 21 de marzo de 2018

Going up the country - Canned Heat





En una época en que las series no eran el fenómeno de masas en que se han convertido en la actualidad, Doctor en Alaska tal vez fué una de las primeras series que enganchó al personal y contó con seguidores acérrimos  que se podrían definir como frikis (no me gustaría que nadie se sintiera ofendido pues no lo pretendo y además me incluyo en el grupo). Yo, al menos, la recuerdo como la primera serie que me enganchó y de la que estaba pendiente de su emisión y eso que la 2 no lo puso fácil pues sus horarios, a altas horas de la madrugada y totalmente cambiantes y caóticos, no contribuían en absoluto a su seguimiento y promoción.

En alguna ocasión creo haber comentado que Cicely, por los personajes que la pueblan y por las situaciones que se viven, podría ser considerada (espero que Gabo me perdone el atrevimiento y sus seguidores el sacrilegio), salvando las distancias, la Macondo de Alaska y de la televisión de los 90.

Ese realismo y ese toque de magia creo que quedan de manifiesto en el poema que encontré en el blog de Silvia Colominas que hace un repaso por algunas de las situaciones que le dan esa chispa mágica a esta serie de culto.

Suena en la entrada de hoy la música festiva y también algo mágica de los californianos Canned Heat que contribuye, creo, a ambientar el hechizo y el encantamiento de la serie que nos sedujo a los millones de cicelyanos de todo el mundo.

¡Salud, disfrutad del paseo y que el espíritu de Cicely os acompañe siempre!


Crónica de un estado de ánimo 

Gracias a Doctor en Alaska creo que los árboles pueden hablar.
Creo que una mujer puede volar desde un acantilado como un águila.
Creo que un oso puede convertirse en hombre y volver de nuevo a su estado.
Creo que una mujer embarazada puede hablar con su hija nonata cara a cara.
Creo que un hombre puede reencarnarse en un perro.
Creo que un cineasta en potencia y un disc jockey ex convicto pueden enseñar a una grulla a bailar.
Creo que un beso puede restaurar la voz de un hombre.
Creo que el diablo es un vendedor de saunas.
Creo que una persona puede soñar los sueños de otra.
Creo que un hombre puede invernar como un oso.
Creo que lanzar un tomate a alguien puede ser un acto de amor y amistad.
Creo que un cuervo es tan buen símbolo de las Navidades como Santa Claus.
Creo que un doctor puede realizar cirugía bypass al motor de un avión.
Creo que el agua puede hacer que los hombres y las mujeres intercambien sus identidades de género.
Creo que los lanudos mamuts congelados son un buen manjar.
Creo que Napoleón no estuvo en Waterloo.
Creo en chefs sociópatas semejantes a Yeti; en medio hermanos que se encuentran el uno al otro a través de los sueños; en correr desnudo por las calles durante el deshielo en invierno.
Y creo que es posible que un hombre se adentre unos pocos pasos en la niebla de Alaska y termine en el Ferry de Staten Island.

En pocas palabras, creo en la magia. Así que, lógico de mí, no más argumentos lógicos.
 

Aimee Parrot


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