lunes, 11 de abril de 2016

Time is running out - Muse





Comienzo desde la suposición de que el mundo está patas arriba. De que todo está mal. De que la gente equivocada está en la cárcel, y que la gente equivocada está fuera de la cárcel. De que la gente equivocada tiene poder, y la gente equivocada no tiene poder.

De que la riqueza está distribuida en este país y en el mundo de tal forma que no requiere simplemente una pequeña reforma si no que requiere una drástica redistribución de la riqueza.

Comienzo desde la postura de que no tenemos mucho que decir al respecto por que todo lo que tenemos que hacer es pensar en el estado actual del mundo y darnos cuenta de que todo está al revés.

Si no piensas, si simplemente escuchas lo que dice la televisión, lees cosas académicas, en efecto empiezas a pensar que las cosas no están tan mal. O que cosas pequeñas están mal.

Pero tienes que distanciarte un poco, y luego volver a mirar al mundo.

Y te horrorizas.

Asi que tenemos que comenzar desde la suposición de que las cosas están realmente patas arriba.

Y nuestro tema es patas arriba, desobediencia civil. Y en cuanto dices “El tema es la desobediencia civil”, lo que dices es “el problema es la desobediencia civil”. Ese no es el problema.

El problema es la obediencia civil.
El problema es la cantidad de gente en todo el mundo que han obedecido los dictados de los líderes de sus gobiernos y han ido a la guerra. Y millones han sido muertos por esta obediencia.
Reconocemos esto en la Alemania nazi. Sabemos que el problema entonces era la obediencia. Que la gente obedeció a Hitler. La gente obedeció. Eso estaba mal.
Deberían haber desafiado. Y deberían haber resistido. Y si todos hubiéramos estado allí, se lo hubiéramos enseñado.
Incluso en la Rusia estalinista podemos comprenderlo. La gente era obediente, todos esos rebaños de gente obediente.

¿Recordáis aquellos días de batallas cuando la gente era explotada por el feudalismo? Todo era horrible en la edad media.
Pero ahora tenemos la civilización occidental. El Imperio de la ley.
El Imperio de la ley ha regulado y maximizado la injusticia que existía antes de la regla de la ley. Eso es lo que ha conseguido el imperio de la ley.

Cuando en todas las naciones del mundo el imperio de la ley es la querida de los líderes y la peste de la gente, debemos empezar a reconocer esto. Debemos trascender estos límites nacionales de nuestro pensamiento.

Nixon y Brézhnev tenían mucho más en común de lo que tenemos nosotros con Nixon.
J. Edgar Hoover tenía mucho más en común con los directores de policía secreta soviética que con nosotros.Es la dedicación internacional a la ley y el orden lo que ata a los líderes de todos los países con un vínculo de camaradería.
Por eso nos sorprendemos tanto cuando se encuentran y dan la mano, se sonríen o se fuman puros.
Realmente se gustan entre ellos, sin importar lo que digan.

Lo que estamos intentado hacer, supongo, es realmente volver a los principios, objetivos y el espíritu de la declaración de independencia.

Este espíritu es resistente a la autoridad ilegítima y a la fuerzas que arrebatan a la gente de su vida y su libertad y su derecho a perseguir su felicidad.

Y por lo tanto, bajo estas condiciones, urge el derecho a alterar o abolir las actuales formas de gobierno y el acento está sobre abolir.

Pero para establecer los principios de la declaración de independencia, vamos a necesitar ir fuera de la ley. Parar de obedecer las leyes que exigen matar, o adjudicar la riqueza de la forma en que se ha hecho, o meter a la gente en la cárcel por pequeñas e insignificantes infracciones técnicas, y mantener a gente fuera de la cárcel por enormes crímenes.
Mi esperanza es que este espíritu tome lugar no solamente en este, si no además en otros países, por que todos lo necesitan.

La gente en todos los países necesitan el espíritu de la desobediencia al estado. Lo que no es algo metafísico, si no algo de fuerza y riqueza.

Y necesitamos algún tipo de declaración de interdependencia entre la gente de todos los países del mundo que luchan por las mismas cosas.

Discurso de Howard Zinn, pronunciado en Baltimore en 1970 en un foro sobre desobediencia civil. 


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