En tiempos de la antigúedad, cuando convivían los dioses y los hombres, en el monte Atlas habitaban unas hermanas bastante repulsivas que eran las Gorgonas. La más terrible de ellas se llamaba Medusa y tenía una espesa cabellera formada por miles de serpientes.
Medusa convertía en piedra a todo ser viviente que se atrevía a mirarla a los ojos, es decir, no consideraba a nadie digno de mirarla a la cara.
Un buen día apareció Perseo, semidios hijo de Zeus y Danae, armado con una espada afiladísima, regalo del dios Mercurio y con un escudo de bronce muy fuerte y pulido como un espejo.
A través del espejo siguió los movimientos de Medusa sin mirarla directamente a los ojos y sin hacer caso de sus movimientos, encaminados a asustar a Perseo, consiguió cortarle la cabeza con su espada.
Conservó la cabeza de Medusa durante toda su vida y la utilizó para convertir en piedra a sus enemigos.
Esta historia pertenece a la mitología griega, que se encuentra llena de historias de este tipo.
En la actualidad el pueblo griego se encuentra inmerso en otras luchas, quizá no tan poéticas, pero sí tan importantes para su dignidad, como la historia de Perseo y Medusa, que esperemos que se convierta en realidad y Perseo, armado con la voluntad del pueblo griego y mirando al espejo de la justicia y de la igualdad, consiga cortarle la cabeza a Medusa-Troika y libere para siempre al mundo de su maldad y su ambición.
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