"Estoy en Tomelloso, delante
de la casa donde he nacido. Al otro lado de la plaza hay unos
árboles que nunca crecieron allí. En la distancia
reconozco las hojas oscuras y los frutos dorados de los membrilleros.
Me veo entre esos árboles, junto a mis padres, acompañado por otras personas cuyos rasgos no logro identificar. Hasta mí
llega el rumor de nuestras voces, charlamos apaciblemente. Nuestros
pies están hundidos en la tierra embarrada, a nuestro
alrededor, prendidos de sus ramas, los frutos rugosos cuelgan
cada vez más blandos. Grandes manchas van invadiendo su
piel y en el aire inmóvil percibo la fermentación
de su carne. Desde el lugar donde observo la escena no puedo
saber si los demás ven lo que yo veo. Nadie parece advertir
que todos los membrillos se están pudriendo bajo una luz...
que no sé cómo describir, nítida y a la
vez sombría, que todo lo convierte en metal y ceniza.
No es la luz de la noche, tampoco es la del crepúsculo.
Ni la de la aurora."
El sol del membrillo (Victor Erice,1992 )
Oh melancolía, novia silenciosa,
íntima pareja del ayer.
Oh melancolía, amante dichosa,
siempre me arrebata tu placer.
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar.
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar
íntima pareja del ayer.
Oh melancolía, amante dichosa,
siempre me arrebata tu placer.
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar.
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar
Silvio Rodríguez
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