Y se dicen , incluso, palabras de amor. Pero se aman de dos en dos para odiar de mil en mil. Y guardan toneladas de asco por cada milímetro de dicha. Y parecen -nada más que parecen- felices, y hablan con el fin de ocultar esa amargura inevitable, y cuántas veces no lo consiguen, como no puedo yo ocultarla por más tiempo; esta desesperante, estéril, larga ciega desolación por cualquier cosa que —hacia donde no sé—, lenta, me arrastra.
Conocí a Txetxu Altube en plena pandemia. A través de las redes, Los Secretos, subieron algunas canciones y ahí descubrí que contaban con un nuevo miembro. He seguido desde sus inicios a los hermanos Urquijo y me llamó la atención una nueva presencia en la formación de la banda.
Me puse a investigar y descubrí que llevaba prácticamente toda su vida dedicado a la música. Empezó en solitario allá por el año 1998, tocando en bares y garitos musicales y en 2003 formó la banda que suena hoy en el blog. Compositor y voz principal de Los Madison, confieso que no había oído nada de ellos pero han supuesto toda una revelación.
Su discografía no es muy amplia pero tienen un puñado de extraordinarias canciones que, según el propio Altube, beben de Tom Petty, de Bruce Springsteen y del rock americano en general y de Los Secretos, Quique González y Antonio Vega entre otros muchos. Con esas influencias era difícil que no sonaran maravillosamente bien.
El tema de hoy estaba incluido en su disco Compás de espera, del año 2012 y, posteriormente formó parte de su último trabajo discográfico, grabado en directo en el año 2013 y que se llama En losTeatros del Canal. La versión que escuchamos es la de ese disco, donde suenan la voz de Miguel Ríos (Txetxu formó parte de la banda que acompañaba al padre del rock en España) y la guitarra de José Nortes, que se encarga además de la producción del álbum.
En ese disco también cuentan con la colaboración de Álvaro Urquijo, Mikel Erentxun y Carlos Tarque. A buen seguro volverán a sonar en el blog y nos traerán su medicina en forma de píldoras de buen rock, con alguna dosis de blues, que nos escarba el alma y nos alivia el espíritu.
En 2014, el grupo publicó un comunicado en el que anunciaban que Txetxu dejaba la banda y que ellos ponían un punto y aparte en su trayectoria y abrían un periodo de inactividad que se ha prolongado hasta nuestros días. Aunque aseguraban que ya nada sería igual que antes, prometían volver a regalarnos nuevas canciones. Estaremos atentos.
¡Salud y que disfrutéis de la música en directo de Los Madison!
La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable, una música humilde se despierta con ella que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra, el mito primitivo que vuelve a realizarse. El contacto ya frío de cielo y tierra viejos con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares. La que derrama vida sobre las sementeras y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida, el fatal sentimiento de haber nacido tarde, o la ilusión inquieta de un mañana imposible con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo, nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre, pero nuestro optimismo se convierte en tristeza al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio y le dejan divinas heridas de diamante. Son poetas del agua que han visto y que meditan lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos, lluvia mansa y serena de esquila y luz suave, lluvia buena y pacifica que eres la verdadera, la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas almas de fuentes claras y humildes manantiales! Cuando sobre los campos desciendes lentamente las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio y la historia sonora que cuentas al ramaje los comenta llorando mi corazón desierto en un negro y profundo pentágrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena, tristeza resignada de cosa irrealizable, tengo en el horizonte un lucero encendido y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman y eres sobre el piano dulzura emocionante; das al alma las mismas nieblas y resonancias que pones en el alma dormida del paisaje!
Aristóteles decía que el hombre es el único animal que ríe. Y riendo conocerás lo que vale cada uno, al menos eso pensaba un poeta inglés del siglo XVII, John Donne. ¿Cómo?, muy sencillo. Sabrás que es una persona si se ríe; que es inteligente si sabe de qué reír; y que es valiente si se atreve a reírse.
Casi podría decirse que existe un arte de la risa. Para quien quiera practicarlo, el poeta romano Ovidio escribió un breve manual de instrucciones. «Aprende a reír-recomienda-, quien sabe hacerlo tiene mucho encanto». Su primer consejo es que la abertura de la boca sea moderada. Si es posible, que salgan hoyuelos a los lados, eso siempre favorece. Entrénate para que el borde de los labios oculte el nacimiento de los dientes y evita enseñar las encías. Mejor si la carcajada no sacude demasiado tu cuerpo ni te tuerce la boca, no conviene parecer trastornado. Favorece la risa que no desfigura. El secreto consiste en irradiar alegría sin espasmos ni ahogos, que nadie pueda confundirse creyendo que lloras o te atragantas. También merece la pena prestar atención al sonido. Debería fluir con suavidad de tu boca, ni ronco ni entrecortado. Que no suene como un rebuzno. Dale una música íntima, un tintineo agradable que no se oiga desde lejos, que tenga el aire de una confidencia. El último aspecto importante es la distancia. Si tienes un olor de boca fuerte, nunca te rías en ayunas y procura siempre distanciarte discretamente de los que te hablan. En resumen, piensa que con tu forma de reír puedes atraer o ahuyentar al prójimo. Hay que tomarse en serio la risa.
Os sería mil veces más fácil pasar a un elefante por el ojo de una aguja, pescar en tierra calcinada, arar los mares, hacer hablar a los cocodrilos. Eso os sería mil veces más fácil que extinguir con vuestra persecución el pensamiento resplandeciente
del camino que hemos elegido.
Igual que si fuésemos esos imposibles, aquí, en Jaffa, Lydda, Ramallah, Galilea permanecemos haciendo rabiosas generaciones de niños, una tras otra.
Aquí permanecemoscomo un muro sobre vuestros pechos. Como espinas de tuna, como astillas de vidrio en vuestras gargantas. Imperturbables como una tempestad de fuego en vuestros ojos.
Bebed el mar, que aquí permanecemos. Vigilando la sombra del olivo y la higuera. Sembrando ideas como se echa levadura en la masa. Nuestros nervios son de hielo y nuestros corazones de fuego.
Aquí permanecemos como un muro sobre vuestro pecho, lavando platos en vuestros restaurantes, fregando el hollín de vuestras cocinas, llenando las copas de los amos,
para quitar de sus fauces
un bocado para nuestros niños.
Aquí permanecemos hambrientos, desnudos, desafiantes, cantando nuestros poemas, colmando de manifestantes las calles furiosas y de orgullo las cárceles.
Cuando tengamos sed exprimiremos las piedras. Comeremos tierra cuando tengamos hambre. Pero no nos vamos ni escatimamos como avaros nuestra sangre fragante. Aquí tenemos un pasado, un presente, un futuro.
Aquel verano, delicado y solemne, fue la vida. Fue la vida el verano, y es ahora como una tempestad, atormentando los barcos fantasmales que cruzan la memoria.
Alguien retira flores muertas del cuarto de los invitados y hay una luz cansada tendida sobre el suelo, como un dios malherido, y van yéndose coches en que agitan pañuelos unos niños.
Trae la noche un viento helado y bronco que es el viento del pasado, y en la terraza esparce hojas secas y rosas y periódicos, mientras miro el sepulcral avance del mar sobre la arena, llevándose y trayendo troncos viejos, hierros llenos de algas, y algún juguete roto.
Ahora recorro ciudades que son una ciudad sola, y siempre oscura, cargado de maletas, sin dinero, buscando un hotel sin nombre donde alguien me espera para revelarme aquello que no quiero saber, para darme una llave… Oigo esta noche tu cuerpo desplomarse en la piscina, y las risas festivas de los amigos, encendiendo bengalas. Y estoy de pronto en una calle, esperándote para acudir al piso de las citas furtivas olor a tabaco rancio.
Se muere el mar de otoño y hay niños que apuñalan las estatuas y las olas arrastran candelabros, sables rotos. Alguien que no conozco me persigue llorando -pero sé que el verano fue la vida.
Llega un balón rodando hasta mis pies, a la mesa en que escribo. Unos niños, con los ojos vacíos, me hablan y es un eco trasmundano el que tienen sus voces, que resuenan en el jardín, como un disco incesante cada noche, en la memoria. Estoy de nuevo en la ciudad entenebrada que nunca he visitado, buscando direcciones que dicta la memoria confusa -y un papel con cifras de teléfonos que suenan en salones vacíos. Me he sentado en un cafetín del muelle a descansar y alguien comenta a gritos no sé qué de una niña suicida que encontraron con las muñecas abiertas, y una carta a sus padres… Se marchaban los coches cuando el sol declinaba, mientras yo recogía los juguetes y el mar iba volviéndose más frío, verde y bronco.
Un año más, el blues vuelve a las calles de la parte vieja de Cáceres, con el Festival Internacional de Blues de Cáceres que llega a su edición nº XII.
Aunque el miércoles fue la presentación en el Corral de las Cigüeñas, en la noche de ayer jueves abrieron el escenario de la Plaza de Santa María, posiblemente, los dos grupos más relevantes a nivel internacional de la presente edición.
Los portugueses Peter Storm & The Blues Society son la banda de blues más popular del país vecino y aportan un sello propio a su mezcla de blues tradicional y ritmos del siglo XXI.
Después actuaron los daneses que suenan en la entrada de hoy que mezclan el blues con soul y rock and roll con una voz que, dicen los que saben de esto, por momentos recuerda a Ray Charles, Van Morrison o Billy Gibbons.
Espero que estuvieran ambas bandas a la altura de las expectativas generadas. Lamentablemente no pude asistir a la sesión de anoche aunque espero poder pasar en el día de hoy por las piedras de la parte antigua de Cáceres y bañarme en blues y rock and roll.
Haruki Murakami dijo que "una cerveza fría al final del día es la mejor cosa que la vida te puede ofrecer". Pienso que tiene toda la razón y si a la cerveza fría le añades una ración de música, rozarás la felicidad con la punta de los dedos.
Subid a este último tren que sale en dirección al blues en Cáceres, que la cerveza fría moje vuestros gaznates y el blues empape vuestra alma, esta combinación a buen seguro os elevará el espíritu y os transportará a las tierras del Dios de la música.
A mis sesenta y varios años Soy una mujer en avanzado estado de juventud. Aún en los días en que el cansancio me entristece las ancas y la espalda acusa el pesado fuelle de los pulmones la mujer que piensa dentro de mi recién habrá cumplido los cuarenta. El reflejo repentino en el cruel escaparate las fotos inoportunas, el asombro discreto del que de mi conserva la imagen de un antiguo y fugaz encuentro los atribuyo sin recato al pasajero mal día, el desvelo o el maquillaje desleído. Cuanto más fácil me resultaría esta fe sin el nuevo aire de respeto de la recepcionista del hotel la dificultad de los chicos para el tuteo al que los invito O la cada vez más frecuente sensación de ser invisible -el resto de mortales mirando a través de mí, como si lentamente me hubiese despojado de masa, sustancia, peor aún: ¿de importancia!-
Para colmo, empiezan a inquietarme los amigos: El guapo al que se le inclina la vecina nariz las mejillas agotadas de aquella el canoso, el panzón, la de innumerables pliegues o los que me saludan y apenada no reconozco.
Y sin embargo en el aliento de sus miradas el vapor del tiempo se deshace. Furiosamente apegados a la vida retozamos en la avanzada juventud como si la muerte no existiera. Gioconda Belli (En la avanzada juventud)