Como pájaros ciegos, prisioneros, como temblantes alas detenidas o cánticos sujetos, suben amargamente hasta la luz aguda de los ojos y el desgarrado gesto de la boca, los latidos febriles de la sangre, petrificada ya, e irrevocable: No pasarán. Como la seca espera de un revólver o el silencio que precede a los partos escuchamos el grito; habita en las entrañas, se detiene en el pulso, asciende de las venas a los labios: No pasarán. No pasarán. ¡Cómo llena ese grito todo el aire y lo vuelve una eléctrica muralla! Detened al terror y a las mazmorras, para que crezca, joven, en España, la vida verdadera, la sangre jubilosa, la ternura feraz del mundo libre. ¡Detened a la muerte, camaradas! Octavio Paz |
Entiéndase esta entrada como un homenaje al pasado y, al mismo tiempo, una advertencia sobre un futuro que me temo.
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