El pasado miércoles fuí, por fin, a ver Bohemian Rhapsody, aprovechando el día del espectador (a ver cuando se dan cuenta los señores que establecen el precio de los cines que si bajaran estos, la afluencia sería mayor todos los días y sus beneficios, muy posiblemente, aumentarían).
Más allá de la fidelidad de la película con la historia real y de que sea una versión más o menos edulcorada de la vida personal de una leyenda de la música rock, lo cierto es que si eres fan de Queen, el film supone un baño de música y de mito que te pone un nudo en la garganta y te da un masaje reconfortante para el alma.
Decía Galileo Galilei que la génesis del genio está en la pasión, y pasión desbordada es lo que ponía Farrokh Bulsara en su vida y en su música. Esa pasión lo llevó a convertirse en una leyenda del rock llamada Freddie Mercury.
El tema que ambienta la entrada de hoy puede considerarse su epitafio y fue compuesta por el guitarrista Brian May en 1991 cuando la enfermedad dejaba claras muestras de que se llevaría a Freddie a la tumba.
El grupo quiso que fuera un homenaje en vida a su cantante y líder y que contara con la participación de su talento y su portentosa voz.
La canción salió al mercado seis semanas antes de la muerte de Mercury y en el lado B del disco figuraba "Keep yourself alive" (Mantente vivo) que fué el primer sencillo que lanzó Queen en 1973.
De esta manera se cerraba el círculo, el primer gran éxito de la banda y el último en que les acompañaría la voz de Farrokh. Entre ambos, una carrera que consiguió que Mercury viva para siempre, que Queen forme parte esencial de la música rock y que, lo que podría considerarse un lema en la vida de un mito, dé lugar a un temazo como el que suena.
¡Salud y que el espectáculo continue..., por siempre!
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