"Sin embargo, antes de llegar al verso
final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba
previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el
viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que
Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito
en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes
condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la
tierra."
"Pero a partir de hoy mi vida, toda mi vida, independientemente de lo que pueda pasar, no será ya irrazonable, no carecerá de sentido como hasta ahora, sino que en todos y en cada uno de sus momentos poseerá el sentido indudable del bien, que yo soy dueño de infundir en ella."
—Sabía que lo harías. ¡Lo sabía! —miró
sus manos, entrelazadas en su regazo.
Rose of Sharon susurró:
—¿Podéis...,
podéis saliros todos? la lluvia caía lentamente en el tejado.
Madre se inclinó hacia adelante y con la
palma de la mano retiró de la frente de su hija el pelo en desorden y la besó
en la frente. Madre se enderezó con presteza.
—Venga, vamos todos —llamó—. Vamos a
salir al cobertizo de las herramientas.
Ruthie abrió la boca para hablar.
—Calla —dijo Madre—. Calla y ve —los
hizo salir y llevó al niño consigo; cerró la puerta chirriante tras de sí.
Durante un minuto Rose of Sharon se
quedó sentada inmóvil en el granero susurrante.
Luego levantó su cuerpo y se ciñó el
edredón. Caminó despacio hacia el rincón y contempló el rostro gastado y los
ojos, abiertos y asustados. Entonces, lentamente, se acostó a su lado. Él meneó
la cabeza con lentitud a un lado y a otro. Rose of Sharon aflojó un lado de la
manta y descubrió el pecho.
—Tienes que hacerlo —dijo. Se acercó más
a él y atrajo la cabeza hacia sí—. Toma —dijo—. Así —su mano le sujetó la
cabeza por detrás. Sus dedos se movieron con delicadeza entre el pelo del
hombre. Ella levantó la vista y miró a través del granero, y sus labios se
juntaron y dibujaron una sonrisa misteriosa.
Un halcón del cielo que había seguido
burlonamente la galleta del palo mayor, bajando desde su hogar natural entre
las estrellas, picó la bandera e incomodó allí a Tashtego: por casualidad, ese
pájaro interpuso su ancha ala móvil entre el martillo y la madera, y,
sintiendo, abajo, en su estertor de muerte, plantó allí su martillo como
helado; y así el pájaro del cielo, con gritos arcangélicos, y con su pico
imperial vuelto hacia arriba, y toda su forma cautiva envuelta en la bandera de
Ahab, se hundió con el barco, que, como Satán, no quiso bajar al infierno hasta
haber arrastrado consigo una parte viva del cielo, poniéndosela por casco.
Entonces, pequeñas aves volaron
gritando sobre el abismo aún entreabierto; una tétrica rompiente blanca chocó
contra sus bordes abruptos; después, todo se desplomó, y el gran sudario del
mar siguió meciéndose como se mecía hace cinco mil años.
"Por último, imaginó cómo sería, en el
futuro, esta pequeña hermana suya, cómo sería Alicia cuando se convirtiera en
una mujer. Y pensó que Alicia conservaría, a lo largo de los años, el mismo
corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a
otros chiquillos, y haría brillar los ojos de los pequeños al contarles un
cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había
tenido años atrás; y que Alicía sentiría las pequeñas tristezas y se alegraría
con los ingenuos goces de los chiquillos, recordando su propia infancia y los
felices días del verano"
Alicia
en el país de las maravillas (Lewis Carroll)
"Los animales, asombrados, pasaron su
mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y, nuevamente, del cerdo al
hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro"
El mes de Agosto suele ser propicio para el relax y el tiempo libre. Una de las mejores formas de disfrutar esos "ratinos" es la lectura. El verano pasado publicamos algunas entradas con algunos inicios memorables de varios libros. Este año se me ocurre hacer lo mismo pero con el final, todo ello acompañado, como siempre, de buena música. ¡Que ustedes lo lean bien!
"El capitán miró a Fermina Daza y vio en
sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a
Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la
sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
–¿Y
hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? –le
preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y
tres años, siete meses y once días con sus noches.
—Toda la vida —dijo”
El amor en los
tiempos del cólera (Gabriel García Márquez)
Para la primera entrada del mes de Agosto vamos a recurrir a un clásico del blog (es de los que tienen más entradas publicadas, si no el que más) y de la música del siglo XX. Creo que no es mala manera de empezar...soñando. En 1989, Dylan publicó el disco "Oh Mercy" y esta canción que suena en la entrada de hoy fué descartada para formar parte del álbum.
Finalmente aparecería en 1991 en el disco"The Bootleg Series Volumes 1-3 (Rare &; Unreleased) 1961-1991" y en el recopilatorio "Bob Dylan's Greatest Hits Volume 3" de 1994.
Con una letra muy dylaniana enumera una serie de sueños que son simplemente eso, sueños, pues al final de la canción nos recuerda que "ya había recorrido el trayecto" convirtiéndose en una especie de biografía onírica de la carrrera del poeta de Minnesota.
Al escritor y periodista argentino Rodrigo Fresán, le leí una definición de esta canción que me parece bastante descriptiva y acertadísima: "Aquí, Dylan suena como jamás llegará a sonar U2"