Es posible un mundo con una humanidad mejor. Tal vez hoy la primera tarea sea salvar la vida.
Cargo con una gigantesca deuda social y con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América.
La economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción, son plagas contemporáneas cobijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea.
Ocupamos el templo con el Dios Mercado, el nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas de tarjeta la apariencia de felicidad.
Hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la automarginación y autoexclusión.
Si aspiramos en esta humanidad a consumir como un americano medio promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir.
Nuestra civilización montó un desafío mentiroso. Y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida.
Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro.
Tenemos una civilización contra la sencillez, la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. Pero peor, una civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente: amor, amistad, aventuras, solidaridad, familia.
Arrasamos las selvas, las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento.
Enfrentamos el sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, a la soledad con electrónica.
Aturdidos, huimos de nuestra biología que defiende a la vida por la vida misma como causa superior y la suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación.
Desbocada marcha la historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo lo que es innegociable.
Todo, todo es negocio.
El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado.
El hombrecito promedio, a veces sueña con vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día el corazón se para y adiós.
Hoy es tiempo de empezar a batallar para preparar un mundo sin fronteras.
La economía globalizada no tiene otra conducción que el interés privado de muy pocos.
La gran tarea de nuestros pueblos es ver el todo.
Hay que movilizar las grandes economías no para crear descartables con obsolescencia calculada, sino bienes útiles sin frivolidades para ayudar a levantar a los más pobres del mundo.
José Mujica (Presidente de Uruguay)
frases de su discurso el 25 de septiembre de 2013 en la sede de la ONU
Cargo con una gigantesca deuda social y con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América.
La economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción, son plagas contemporáneas cobijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea.
Ocupamos el templo con el Dios Mercado, el nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas de tarjeta la apariencia de felicidad.
© Pawel Kuczynski |
Si aspiramos en esta humanidad a consumir como un americano medio promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir.
Nuestra civilización montó un desafío mentiroso. Y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida.
Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro.
Tenemos una civilización contra la sencillez, la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. Pero peor, una civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente: amor, amistad, aventuras, solidaridad, familia.
Arrasamos las selvas, las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento.
Enfrentamos el sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, a la soledad con electrónica.
Aturdidos, huimos de nuestra biología que defiende a la vida por la vida misma como causa superior y la suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación.
Desbocada marcha la historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo lo que es innegociable.
Todo, todo es negocio.
El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado.
El hombrecito promedio, a veces sueña con vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día el corazón se para y adiós.
Hoy es tiempo de empezar a batallar para preparar un mundo sin fronteras.
La economía globalizada no tiene otra conducción que el interés privado de muy pocos.
La gran tarea de nuestros pueblos es ver el todo.
Hay que movilizar las grandes economías no para crear descartables con obsolescencia calculada, sino bienes útiles sin frivolidades para ayudar a levantar a los más pobres del mundo.
José Mujica (Presidente de Uruguay)
frases de su discurso el 25 de septiembre de 2013 en la sede de la ONU