Marzo desnivelado por las cifras del desaliento. Marzo de muerte, triste marzo de trenes y extrarradios marchitos, marzo de sueños rotos y niños deshabitados, de pronombres sin nombre, de apellidos quebrados y relojes sin hora, marzo de los teléfonos enmudecidos. Mi ciudad asolada. Mis tierras y mis trenes, asolados, mis ojos y mis manos y mis brazos, asolados. Muerte sembrada bajo la luz de un Madrid lateral hecho de andenes periféricos, de seres menesterosos, de mujeres crecidas en la sombra diaria del tiempo inabarcable del trabajo, de hombres cultivados en el silencio anónimo de las factorías, de humildes bachilleres y de párvulos, de viejos azorados por noticias de muerte, de bares conmovidos por la niebla y la sangre, de juguetes sin niño, de huérfanos sin ira, de vacías acequias, de fogatas sin lumbre. Madrid de hospitales, de lutos y de marzo. Capital de la niebla y del dolor. Ciudad de los estanques del silencio. Madrid desbaratado y mío. Madrid nuestro. Como los muertos, nuestro. Dueño de un mes de marzo descolorido y turbio, pero nuestro. Entre muertos y lágrimas, es más nuestra y cercana la ciudad. También más triste. Manuel Rico |
lunes, 11 de marzo de 2024
Transcendental blues - Steve Earle
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