Ayer hizo ya dos años que nos dejó mi madre. Y digo nos dejó, no solo por mis hermanos y por mí, lo digo por la humanidad entera. Hay gente que cuando parte, deja huérfano al mundo aunque el mundo no lo sepa. Pocos se enteraron de su muerte ni de su vida, pero de haberse enterado la hubiesen querido tanto, que ayer sería una fecha memorable para la tierra. Una mujer que no formó parte de la lista de mujeres valientes que cambiaron el mundo, porque su lucha, como la de tantas personas anónimas, fue de puertas para adentro. Ella fue quien me enseñó estas tres palabras: "no pasa nada". Como Morla, la tortuga-montaña de La Historia Interminable: -Nada tiene importancia, decía, a punto de ser devorados por la Nada. Ella era el mejor ansiolítico que podía recetarte un médico. Sentarte a escucharla era lo mismo que estar a orillas de un mar en soledad. Lo mismo podía oírse solo belleza. Palabras que aún me llegan como el sonido de las olas. Y nadie la propuso para el Nobel, ni siquiera para una concejalía pequeñita, ni le dieron un premio jamás que reconociera a esa mujer la paz que dejó como herencia donde quiera que abría la boca. Hay héroes anónimos que vienen y se van como las olas y dejan un mundo mejor a su alrededor. Conozco a muchos personajes históricos que suenan aún en los renglones de las bibliotecas, de las hemerotecas, y que lo único que hicieron fué conquistar tierras y matar personas. Ella, pequeñita, conquistaba corazones y les hablaba de la necesidad de amar a cada ser vivo que habite la tierra. ¿De qué si no hubiese escrito yo "Instrucciones a mis hijos"? Ese poema es la herencia anónima y silenciosa de un corazón fuera de lo común que sufría de ver cómo unos niños metían a un saltamontes en una caja. -¡Sacadlo, que me ahogo!, les gritaba. Por eso escribí el poema del saltamontes. Y tantos... Casi toda mi obra es un canto a lo que ella nos transmitió. Ella era una balada, era un vals. Ella no era poeta, fue poesía directamente, y yo la copiaba. Era una caricia al mundo, como la caricia de tantas personas que nos dejan habiendo conseguido lo más grande que puede conseguir una criatura: dejar su Herencia en el banco del pecho de su entorno pequeñito. Así se conquista un país, y el mundo, y otra galaxia, esa lejana que andará conquistando ahora con su paz interior y su silencio infinito...
Magdalena Sánchez Blesa
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