En 1921, con 24 años, el gran William Faulkner empezaba a trabajar en la Oficina Postal de la Universidad de Mississippi como administrador de correos. Se mantuvo en el puesto durante tres años a pesar de que no era, ni mucho menos, un empleado ejemplar y, sorprendentemente no lo despidieron sino que se marchó y renunció a su trabajo de forma voluntaria.
Durante su desempeño en la oficina de correos fueron continuos sus desprecios a compañeros y clientes, sus incumplimientos reiterados del horario laboral, extraviaba, cuando no destruía, cartas y envíos, jugaba a las cartas durante su jornada y se empeñaba continuamente en destruir cualquier atisbo de posibilidad de ser nombrado empleado del mes.
Después de una inspección casi no le quedó más remedio que renunciar a su puesto pero lo hizo con una carta fiel a su estilo y dejando una muestra de lo que sería su posterior trayectoria literaria.
Reproduzco a continuación la carta de renuncia al completo:
[Octubre, 1924]
Mientras viva en el sistema capitalista sé que mi vida estará influenciada por las demandas de la gente adinerada. Pero maldito sea si me pongo a las órdenes y la disposición del primer hideputa itinerante con dos centavos para invertir en una estampilla postal.
Esta, señor, es mi renuncia
[Firma]
¡Salud y que podáis hacer siempre lo que os de la gana sin las ataduras ni convencionalismos impuestas por la sociedad y el sistema!
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