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Hubo primero extremos movimientos de tropas en el cielo. Legiones apretadas de vencejos y ansiosas golondrinas parecían, entre gritos de júbilo, estar preparando su anábasis. De ayer a hoy el aire se vació de vuelos. Qué extraña su partida. El silencio que han dejado cubre los negros árboles y montes como cubren de sábanas los muebles, fantasmales y blancas, de un palacio. Incluso se diría que los últimos en partir se olvidaron de cerrar la puerta de los campos, y ruedan por el suelo, como papeles rotos en un final de fiesta, desoladas hojas secas y abrojos. Siguen sin cosechar algunas uvas maduras en la parra y el perfume opulento del nardo se pierde entre las zarzas. Lo llamamos otoño. Alguien aquí tenía que quedarse y rendir cuentas de momentos tan frágiles, alquien también que cuando llegue el día de salir al encuentro del invierno y rendirle la plaza de la vida, le diga con voz firme: “Nada de cuanto vengas a llevarte es en verdad valioso; la alegría la dimos a los pájaros, y está a salvo”. Andrés Trapiello (León, 1953) |
jueves, 22 de septiembre de 2022
Summer's almost gone - The Doors
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