La anterior entrada del blog coincidió con tu partida y se pudo tomar como un homenaje a tí pero, aunque por el contenido y por la música pudiera serlo, en realidad se trató de una coincidencia, una fatal, cruel y maldita coincidencia.
En tu honor no podía sonar otra cosa que lo que suena, al igual que cuando empezó tu lucha y comenzaste a remar contra esa terrible enfermedad que al final acabó contigo, aunque jamás podrá borrar tu recuerdo y tu paso por este mundo que, a pesar de todo y gracias a gente como tú, la mayor parte del tiempo sigue siendo maravilloso.
Gabriel García Márquez escribió una vez "No llores porque se acabó, sonríe porque sucedió" y, realmente, es una frase llena de tristeza y al mismo tiempo repleta de gozo y felicidad, toda una paradoja.
Es el consuelo que nos queda ante tu marcha, estamos tristes por tu ausencia pero, al mismo tiempo, llenos de júbilo porque el destino te puso en nuestro camino y disfrutamos de tu compañia y tu sonrisa.
Como dijo el poeta, te fuiste, pero ¡no te imaginas de qué forma te quedas con nosotros, para siempre!
Dejamos pendientes muchas cervezas, muchas risas, muchos conciertos, pero nos quedan para nosotros cervezas, risas y conciertos que compartimos. Y a partir de ahora cada cerveza, cada concierto, cada risa, serán también contigo, pues siempre permanecerás en nuestra memoria, en nuestros corazones.
Es curioso como Leño, siempre me trajo a la memoria recuerdos adolescentes de años de internado, instituto, los primeros canutos y, desde que te conocí, a esos recuerdos se sumaron, para siempre, tu sonrisa, tu buen rollo, tu bondad inmensa.
Desde el pasado domingo soy incapaz de escuchar la música de Rosendo sin que se me desgarre el corazón y la pena me ahogue el alma, al tiempo que me agrada que acuda a mí tu recuerdo..., en fin, otra vez la paradoja perversa y difícil de entender, como tu pérdida.
Es muy difícil expresar con palabras lo que siento ahora mismo, por eso quiero que en tu honor suene el tema que cerraba el primer disco de Leño, un tema sin letra, sólo música, sin palabras.
Que las notas de la guitarra de nuestro querido Rosendo suenen en tu honor (el mismo día de tu marcha cumplió años el "abuelo", un amigo comentó que te estarías riendo por ello, y no me cabe ninguna duda de que así fue).
Por cierto, aunque el título sea ese, no ha acabado nada, porque los tipos como tú sois inmortales, porque dejáis vuestra huella en el alma de los que tenemos la suerte de cruzarnos en vuestro camino.
Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo puesto delante de mi rostro,me veo a mi mismo y al contemplarme siento un profundo desprecio de mí ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en la que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas, prisionero de fantasías y ensueños.
La muerte: ¿Y a pesar de todo no quieres morir?
Antonius: ¡Si quiero!
La muerte:Entonces a qué esperas.
Antonius: Deseo saber que hay después
La muerte: ¿Buscas garantías?
Antonius:
Llámalo como quieras.
¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto!? ¿Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, como vamos a fiarnos de los creyentes?. ¿Qué va a ser de nosotros los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí!? ¿Por qué sigue habitando en mí ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón?, ¿Por qué sigue siendo a pesar de todo una realidad que se burla de mi y de la cual no me puedo liberar?
¿Me oyes?
La muerte: Te oigo...
Antonius: Yo quiero entender, no creer... No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mi y me hable...
La muerte: Él no habla.
Antonius: Clamo a él en la tinieblas y desde las tinieblas nadie contesta a mis clamores...
La muerte: Tal vez no haya nadie...
Antonius: ¡Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada!
La muerte: La mayor parte de los hombres no piensa ni en la muerte y en la nada.
Antonius: ¡Pero un día llegan al borde de la vida y tienen que enfrentarse a las tinieblas! La muerte: Si, y cuando llegan...
Antonius: ¡Calla! Se lo que vas a decir, que nos hace crear el miedo una imagen salvadora que llamamos Dios.
La muerte: Te estás preocupando...
Antonius:
Hoy a venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de ajedrez. Es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante...
La muerte: ¿Qué piensas hacer?
Antonius:
He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento. ¡Fui un necio! En esta hora siento amargura por el tiempo perdido, aunque sé que la vida de casi todos los hombres corre por los mismos cauces. Por eso quiero emplear esta prórroga en una acción única que me de la paz.
La muerte: Por eso juegas al ajedrez con la muerte...
Antonius:
Emplea una táctica muy hábil pero todavía no he perdido ni una sola de mis piezas
La muerte:
¿Y supones que podrás engañar a la muerte con tu juego?
Antonius:
Gracias a una combinación de alfiles y caballos, que aún no me ha descubierto, una jugada más y le arrebataré la reina
La muerte:
Lo tendré en cuenta
Antonius:
Me has traicionado, tratas de engañarme pero cuando nos enfrentemos de nuevo yo encontraré una salida
La muerte:
Nos veremos pronto, seguiremos jugando...
Diálogo de la película "El séptimo sello" (1957) de Ingmar Bergman entre Antonius Block (Max von Sydow) y la muerte (Bengt Ekerot) que juegan una partida de ajedrez en la que Antonius se juega seguir vivo o morir.
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día nuestro Buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó Kammir a lo lejos, pero un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. Estaba rodeaba por completo por una especie de valla pequeña de madera lustrada, y una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El Buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como por azar entre los árboles. Dejó que sus ojos, que eran los de un buscador, pasearan por el lugar… y quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción? Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días? Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, y sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar?
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Al acercarse a leerla, descifró: Lamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
– No, ningún familiar, dijo el buscador – Pero… ¿qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano cuidador sonrió y dijo:
“Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré… Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de entonces, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado, a la derecha, cuánto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana, dos? ¿Tres semanas y media? ¿Y después?, la emoción del primer beso, ¿cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿Y el casamiento de los amigos? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?, ¿horas?, ¿días?
Así vamos anotando en la libreta cada momento, cada gozo, cada sentimiento pleno e intenso… Y cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ése es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.”
no lo dejes para luego que la vida no te aleje de aquellos a quien queremos. Dile lo que estás pensando, sin timidez ni sonrojo, le gustará oírlo de tus labios mientras te mira a los ojos. No necesitas motivo, ni pretexto ni razón simplemente se lo dices, deja que hable el corazón Hazlo ahora, cuanto antes, no pospongas el momento, o terminarás pensando ¡debí hacerlo, me arrepiento! Ve de frente por la vida, revela tus sentimientos a todos los que te importan, ahora y siempre es el momento.
Prefiero el cine. Prefiero los gatos. Prefiero los robles a orillas del río. Prefiero Dickens a Dostoievski. Prefiero que me guste la gente a amar a la humanidad. Prefiero tener en la mano hilo y aguja. Prefiero no afirmar que la razón es la culpable de todo. Prefiero las excepciones. Prefiero salir antes. Con los médicos prefiero hablar de otra cosa. Prefiero las viejas ilustraciones. Prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos. En el amor prefiero los aniversarios que se celebran todos los días. Prefiero a los moralistas que no me prometen nada. Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo. Prefiero la tierra vestida de civil. Prefiero los países conquistados a los conquistadores. Prefiero tener reservas. Prefiero el infierno del caos al infierno del orden. Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico. Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas. Prefiero los perros con la cola sin cortar. Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros. Prefiero los cajones. Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado a muchas otras que tampoco he dicho. Prefiero el cero solo al que hace cola en una cifra. Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas. Prefiero tocar madera. Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo. Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad de que todo tiene una razón de ser. Wislawa Szymborska (Polonia, 1923-2012)
El error consistió en creer que la tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra.
Artefactos ecológicos
Francamente no sé qué decirles estamos al borde de la III Guerra Mundial y nadie parece darse cuenta de nada si destruyen el mundo ¿creen que yo voy a volver a crearlo?
Recuerdos de infancia: los árboles aún no tenían forma de muebles y los pollos circulaban crudos por el paisaje
Buenas Noticias: la tierra se recupera en un millón de años Somos nosotros los que desaparecemos
«Le dije a usted, cuando me pidió permiso para ejercer de escritor en el pueblo, que era mejor que hiciese lo que hacen los otros sudamericanos, que unos días van en bici y otros huelen bien.
Son cosas vistosas, no hacen mal a nadie y llaman la atención lo justo, sin armar escándalo. Pero parece que a usted lo que le gusta, precisamente, son los escándalos y las extravagancias. De entrada se casó usted con la Padington, que había estado casada otras tres veces cuando había muchas que no se habían casado ninguna y usted podía haber elegido. Después se compró un sombrero espantoso y anduvo con él todo el invierno; un sombrero que no nos gustaba a nadie. Lo tengo yo hablado con todo el pueblo; ¡pregunte, pregunte por ahí si quiere! A nadie nos gustaba aquel sombrero. Y ahora, para rematar, me dicen estos amigos que ha escrito usted “Luz de Agosto”, la novela de Faulkner, de William Faulkner. ¿No podía usted haber plagiado a otro? ¿Es que no sabe que en este pueblo, es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?» Cabo Gutiérrez
«Letanías de los que están en los cielos. Por los querubines».
«Dadnos, santos del cielo, claridad de juicio».
«Por los serafines». «Dadnos, santos del cielo, rigor científico».
«Por los tronos». «Dadnos, santos del cielo, un cuerpo de doctrina».
«Por las dominaciones». «Dadnos, santos del cielo, mucho discernimiento».
«Por las virtudes». «Dadnos, santos del cielo, la capacidad de relativizar».
«Por las potencias». «Dadnos, santos del cielo, una visión global bastante aproximada». Rogativas en la plaza delpueblo
Te moriste divinamente, ¡que irse, que apagarse, con que parsimonia! Ya eres leyenda y una epopeya cuando te juntes con otros allá arriba. Todos te llevamos en el corazón. ¡Ójala pudiéramos todos hacer flashback al 24 de Agosto de 1947 o a otro día en que todavía estuvieras entre nosotros! Yo, y otros muchos, hemos pensado que nos interesaría ser como tú, un intelectual Todos somos contingentes pero tú eras necesario. En este pueblo es verdadera devoción lo que hay por ti. Ahora esto será un sindiós.
Aquí y ahora me declaro firme y perpetuo seguidor de una de tus máximas: "¿Cómo no voy a ser antisistema? Por honradez, coño, por decencia" José Luis Cuerda, in memorian
Te prometo una cosa: llenar tu casa de libros. Que no se pueda caminar, que la gente que invites diga qué diablos está pasando, ¿qué ya no existen para ti más que los malditos libros? Se te van a enredar en el pelo, en las piernas. Cuando te bañes vas a ver que están ahí, entre el agua de la regadera y el shampoo. Entonces te vas a reír, te vas a reír como nunca. Y los libros van a salir del baño y se aprestarán a colmar
el pasillo y la cocina. Y la cama. Eso, tu cama. No te dejarán hacer el amor.
Porque primero tendrás que leer-los. Y eso llevará tiempo. Sobre todo porque ahí estarán
Dante y Petrarca. Shakespeare y Tennessee Williams.
Y todos los que han escrito por amor. Y de amor —¿habrá quién separe una cosa de la otra? Y Leopardi, claro. Y Cernuda.
Y José María Álvarez —cien veces José María Álvarez.
Y Jaime Gil de Biedma. Y, perdón por insistir, ya lo dije, todos aquellos
cuya lectura te inflama la sangre. Porque querrán estar cerca de ti.
Porque el amor te antecede y te rubrica. Y el amor dice ella ama. Y a ella la amo. Eso dice el amor. Entonces los libros saturarán tu vida de alegría y de dolor. Porque esto no hay modo de cambiarlo. Y cuando te acerques a la cama a conciliar el sueño bendito,
cuando desdobles las sábanas y ansíes, por fin, reposar la jornada,
advertirás un gran bulto que ocupa lo suyo. Son los libros, que están ahí porque desean acompañarte en tus sueños. Porque son, los libros, como lo eres tú:
ansiosa de ser amada, ansiosa de sentir sobre la piel
aquellos dedos abrumados por el deseo;
pero en la misma medida porque los libros son como tú:
seres a quienes torna ardientes el simple deseo de tener un interlocutor. Alguien que los lea y que les haga preguntas. Que platique con ellos. Que les prometa llevárselos hasta la tumba. Alguien que dé la vida por ellos. Alguien como tú. Que ame. Que ame porque el amor es también abrir el libro tal como se abre el corazón. Cuando se ama. Pero también te prometo otra cosa: llenar tu casa de música —otro día hablamos de eso.