El Señor del Tiempo abrió las manos. Los milenios se escurrieron como meros segundos.
Surgieron galaxias, nacieron estrellas, se formaron planetas. Pero le pareció poco.
Surgieron galaxias, nacieron estrellas, se formaron planetas. Pero le pareció poco.
El Señor del Tiempo sopló. Y los milenios se partieron en siglos. Brotó la Vida: agua, lluvias, volcanes y terremotos modificaron su obra anterior. Aun así, no quedó satisfecho.
El Señor del Tiempo abrió los ojos. De los siglos surgieron años. Vinieron las civilizaciones, grupos pequeños, pintores de paredes... que se transformaron en multitudes que construyeron templos y edificios gigantescos.
El Señor del Tiempo comenzó a sentirse satisfecho. Y las civilizaciones comenzaron a destruirse, colocando toda la creación en riesgo. Y Él cerró los ojos. Pero ya era demasiado tarde.
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