TURN
I
Éramos felices, teníamos trabajo. El pasado era una suma de derrotas necesarias, un lugar al que nunca regresaríamos. Había entre nosotros la certeza de un perpetuo crecimiento. Los vientres se llenaron de vida, y todo el mundo era padre y madre, con esa alegría que sólo tuvieron los primeros pobladores de la tierra. Nadie sentía el miedo de sus antepasados. Los viejos contemplaban orgullosos el mundo que entregaban a sus hijos. Y éstos apuraban hasta la última gota. Éramos felices, teníamos trabajo.
Éramos felices, teníamos trabajo. El pasado era una suma de derrotas necesarias, un lugar al que nunca regresaríamos. Había entre nosotros la certeza de un perpetuo crecimiento. Los vientres se llenaron de vida, y todo el mundo era padre y madre, con esa alegría que sólo tuvieron los primeros pobladores de la tierra. Nadie sentía el miedo de sus antepasados. Los viejos contemplaban orgullosos el mundo que entregaban a sus hijos. Y éstos apuraban hasta la última gota. Éramos felices, teníamos trabajo.
II
La fiesta se acabó. La noche empezó a caer, lentamente, sobre las
estadísticas. Dejaron de llegar manjares del trópico, se llenaron las
tiendas de productos de plástico. La gente se quedó en casa a esperar
que cesara la lluvia. Y fueron apagando los braseros. Y empezaron a
comer más pan y a tragarlo más despacio. Y volvieron los remiendos y las
pequeñas reparaciones. Y los coches se hicieron viejos, ruidosos,
moribundos. Y volvimos a ser de nuevo este país que espera un milagro. Y
volvimos a vestir a nuestros hijos de uniforme.
III
Hay un tiempo para todo, bajo el cielo, un tiempo para cada cosa. Y el
tiempo es ahora, y es aquí. He de encontrar un relato, una certeza. No
quiero una rendición sin condiciones. Quiero decirle a mis hijos: aquí tenéis la mañana, es toda vuestra, sin duda os pertenece.
Pablo García Casado (Córdoba, 1972)