viernes, 24 de abril de 2015

How to save a life - The Fray




© El Roto

Nuestros hijos

Mi hijo muere cada tarde en el mar
mi hijo tiene 18 años, y 26 y 32,
tiene todas las edades en las que hay fuerza, pasión y deseos
Mi hijo sabe que la felicidad no consiste en tener cosas
pero sabe que hay cosas imprescindibles
por eso no pospone su derecho a vivir,
a habitar una casa humana,
a compartir con otros que siempre son sus semejantes
su historia, su tristeza y sus sueños.
 

Mi hijo aprendió a aprender
mi hijo estudió, mi hijo trabajó en todos los oficios
mi hijo se respeta a sí mismo, respeta a su tierra,
ama y es amado.

Mi hijo no nació para morir en el mar
ningún Dios lo castigó
ninguna maldición lo obliga a ser esclavo.

 
A mi hijo lo mata cada tarde una forma de entender el mundo
una manera criminal de gobernar
en la que el ser humano no es lo prioritario
porque el hombre todavía no cotiza en bolsa
porque los expoliados y olvidados no llenan los bolsillos
de los mil veces malditos que condenan a muerte a mi hijo

y luego besan con reverencia la moneda donde invocan a un Dios.

Con esa moneda que invoca a Dios y con otras en que aparecen patrias,
los hombres que matan a mi hijo han comprado todas las perversiones 

y han cometido todas las ignominias.

Mi hijo es negro, es indio, es blanco, es pobre
el mundo es suyo, no lo parí en Marte,
no nació con un destino animal porque nació humano.

Mi hijo, cuando muere cada tarde,
seguirá viniendo a esta costa de Europa y del mundo
con su mirada valiente y abierta.

Mi hijo no se rinde
necesita hacernos comprender que sin él no estamos todos.

Mi hijo cuando muere nos deja empequeñecidos
y él no quiere que su muerte haga desaparecer de la tierra
las palabras más hermosas y los conceptos que nos dignifican.

Mi hijo no puede seguir muriendo
porque con él está muriendo nuestra civilización.

                           
                                                                              Pilar del Río (periodista)

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