Ahora ya sé que pasé por tu vida como pasan los ríos debajo de los puentes indiferentes, turbios, orgullosos con la trivialidad desdibujada de las pequeñas cosas que parecen eternas. Muchas veces lo obvio se oculta tras un halo de extrañeza tras la costumbre lenta, indistinguible del aura fugitiva de las vivencias únicas. Es difícil saber que la belleza abrupta del vivir cotidiano tan desinteresada de sí misma nacida sin clamor ni pretensiones es en esencia tan mágica y rotunda que resulta imposible de imitar a propósito. Y es aún más difícil comprender que la fiesta de las cosas sencillas casi siempre termina mucho antes que la voluntad del festejado. Inmóvil vi pasar ante mis ojos el desfile callado de tu vida con tus sueños cansados en otoño tus alegrías de puertas para adentro y tus desvelos discretamente cálidos. Creo acertar si digo que nunca te di nada que no fuese un préstamo a mí mismo. Te pedí, sin embargo, tantas cosas. Hoy, inmóvil de nuevo, asisto inerme a este desfile amargo de tu ausencia mientras mi corazón, dividido y atónito, comienza a descubrir, como el poeta, que la vida va en serio. Te recuerdo. Hace frío y el frío me devuelve aquella forma tuya tan sutil de ofrecerme a la vez un corazón errante la suerte en un casino de Las Vegas la lluvia indescifrable del desierto los versos de Machado en un suburbio. Ahora ya sé que pasé por tu vida indolente y confiado, sin asombro, como suelen vivir todos los hombres que no conocen todavía la pérdida. Raquel Lanseros |
miércoles, 19 de febrero de 2025
My father's house - Bruce Springsteen
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