Celebro la felicidad
Celebro la felicidad y la tristeza, la risa, la sonrisa, el coraje, el guaraní y el español, la duda, la certeza, el bosque y los caminos, el polvo, el barro y el televisor, la cama -cualquier cama, en especial la mía-, la almohada, la colcha de poyvi, el colchón, alguna que otra sábana que juegue con la funda sin importar su anchura o su largor y grande o pequeño, o mediano o inmenso, un suavísimo y muelle, artístico almohadón.
Celebro el té de malva, el alcanfor, la memoria dormida que despierta, una botella de agua o soda, o alcohol, el gas, las cacerolas y asaderas, cucharitas, cucharas, cucharón, jarras de vidrio, espumaderas, apio, cucharas de madera, cuchillo, tenedor las hojas de papel y de lechuga, de acelga y espinaca y de repollo, blocks, libros de cuentos chinos, lapiceras, cuadernos de entrecasa o tipo exportación.
Hoy celebro estas ganas Hoy celebro estas ganas de decir que te quiero sin mencionar un nombre, sin ninguna alusión: Ese amor que se da, y el que se recibe borran todo vestigio de amargor y alzan muros inmensos, infranqueables a la desdicha y a la incomprensión.
Celebro el viento norte aunque esparza hojas secas y arenilla o piedritas alrededor.
Hoy celebro la gracia Hoy celebro la gracia de estar viva.
Celebro el día de la celebración; esta felicidad de contemplar la vida no como un campo de concentración ni como si un espejo reflejara nuestro rostro sonriente y triunfador.
Celebro, por sobre las iniquidades, el mínimo detalle evocador escondido en alguna minúscula molécula dispuesto a convertir en bienhechor el tiempo que a pesar de los pesares, en contra de su fama de gran simulador, mientras sonriente descubre y desbarata los trucos del más célebre y hábil prestidigitador, accede nuevamente a tolerar mi cotidiano tranco y refrendar el reiterado pacto de mutua colaboración.
Gladys Carmagnol (Paraguay, 1939-2015) |