«Pero en este mundo yo soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega. Nosotros - me refiero a los hombres de significación intelectual y educados en el ambiente medio de las clases que podemos llamar acomodadas - estamos llamados al sacrificio. Aceptémoslo. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mi me ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí, tu dolor, tu sacrificio; y aquí la justicia para todos, aún con la angustia del tránsito hacia un futuro que se presiente, pero que se desconoce, y descargo el puño con toda mi fuerza en este último platillo»
son los invitados. Los locos viven inventando mundos y los cuerdos viven en mundos inventados. Los locos crean castillos y los cuerdos los habitan. Los locos son mitad cielo y mitad tierra y los cuerdos son solo tierra. Los locos crean la música y los cuerdos solo la escuchan. Los locos son personajes y los cuerdos son actores. Los locos son poesía y los cuerdos quienes redactan Los locos son la pintura y los cuerdos solo pintan. Los locos viven en muchos mundos y los cuerdos solo viven en la tierra. Los locos se sienten libres y los cuerdos… los encierran.
El pasado día 10 del presente mes falleció Jeff Beck, a causa de una meningitis bacteriana, considerado uno de los grandes guitarristas de la historia y uno de los más influyentes en varias generaciones de músicos de rock and roll.
Con una dilatada carrera tanto en solitario como en varias formaciones entró a formar parte del salón de la fama del rock and roll en dos ocasiones (como miembro de los Yardbirds y en solitario).
En The Yardbirds sustituyó nada menos que a Eric Clapton; posteriormente el gran Jimmy Page también pasaría por el grupo que podríamos considerar el embrión de Led Zeppelin.
Cuando salió del grupo, Beck formó su propia banda con Rod Stewart como cantante y Ronnie Wood en el bajo. Se llamó The Jeff Beck Group y editaron cuatro discos. Tras varias vicisitudes (según Nick Mason su nombre llegó a sonar como posible sustituto de Syd Barret en Pink Floyd e incluso pudo haber ocupado el lugar de Brian Jones en los Stones; ninguna de esas opciones llegó a concretarse) editó su primer disco en solitario en 1975 y diez años más tarde, en su cuarto álbum de estudio, titulado Flash, se incluía el tema que suena hoy en el blog.
Es una versión de una canción de 1965 compuesta por Curtis Mayfield y que había supuesto un gran éxito para el grupo The Impressions. Tiene una letra llena de ansias de justicia social e influida por los mensajes del evangelio pues Curtis era muy religioso.
Disfrutad de la magia de la guitarra de Jeff acompañado de la peculiar e inconfundible voz de Rod y preparaos para el viaje en este tren de la esperanza y la justicia al que habrá que subir en marcha pues no tiene costumbre de parar para esperar a nadie.
volveremos a estar o cuál será su nombre si tendrán esta misma rabia por las malas jugadas de la vida o esta felicidad momentánea y dorada que atraviesa los parques y las manos si este espacio que ahora compartimos será mañana otro o si mañana seremos quizá otros y nos reconoceremos desde cero y no recordaremos el momento en que pisamos juntos estás plazas la canción que sonaba en aquel saxo aquel niño perdido que lloraba en el suelo o la belleza fugaz de los semáforos en los que todo el mundo se besaba.
Rosa Berbel (Sevilla, 1997)
«Nunca, nada, nadie. Tres palabras terribles, sobre todo la última»
Solo, en medio de todo; estar tan solo como es posible, mientras ellos vienen muy despacio, se agrupan, ponen su campamento, invaden, talan, hunden, derriban las palabras una a una, se reparten mi vida, poco a poco, levantan su pared golpe a golpe.
Después se van; se marchan lentamente, pensando: -Nunca podrás huir de todo lo que has perdido.
Tal vez tengan razón. Tal vez es cierto.
Pero llega otro día, el cielo quema su cera azul encima de las casas; yo regreso de todo lo que han roto, busco entre lo que tiene su propia luz, encuentro la mirada del hombre que ha soplado unas velas, el limón que jamás es parte de la noche; ato, pongo de pie, reúno los fragmentos, me convierto en su suma.
Y todo vuelve otra vez; las palabras llegan donde yo estoy; son las palabras perfectas, las que tienen mi propia forma, ocupan cada hueco y cierran cada herida.
Las palabras que valen para hacer estos versos y sentarse a esperar que regresen los bárbaros.
alguien que nos ayude a usar el corazón que nos espere ufano en los viejos desvanes que desnude el pasado y desarme el dolor
prodigioso / sencillo / dueño de su silencio alguien que esté en el barrio donde nacimos o que por lo menos cargue nuestros remordimientos hasta que la conciencia nos cuelgue su perdón
cómplice del trasmundo nos defiende del mundo del sablazo del rayo y las llamas del sol todos necesitamos alguna vez un cómplice alguien que nos ayude a usar el corazón.
El tiempo no existe. El tiempo sólo son las cosas que te pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada. Después de Reyes, un día notarás que la luz dorada de la tarde se demora en la pared de enfrente y apenas te des cuenta será primavera. Ajenos a ti en algunos valles florecerán los cerezos y en la ciudad habrá otros maniquíes en los escaparates. Una mañana radiante, camino del trabajo, puede que sientas una pulsión en la sangre cuando te cruces en la acera con un cuerpo juvenil que estalla por las costuras, y un atardecer con olor a paja quemada oirás que canta el cuclillo y a las fruterías habrán llegado las cerezas, las fresas y los melocotones y sin saber por qué ya será verano. De pronto te sorprenderás a ti mismo rodeado de niños cargando la sombrilla, el flotador y las sillas plegables en el coche para cumplir con el rito de olvidarte del jefe y de los compañeros de la oficina, pero el gran atasco de regreso a la ciudad será la señal de que las vacaciones han terminado y de la playa te llevarás el recuerdo de un sol que no podrás distinguir del sol del año pasado. El bronceado permanecerá un mes en tu piel y una tarde descubrirás que la pared de enfrente oscurece antes de hora. Enseguida volverán los anuncios de turrones, sonará el primer villancico y será otra vez Navidad. La monotonía hace que los días resbalen sobre la vida a una velocidad increíble sin dejar una huella. Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas te abrías camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo. En forma de miedo o de aventura estrenabas el mundo cada mañana al levantarte de la cama. No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño.