“Y el verano, siempre, el verano de las vacaciones, la libertad de los juegos, el tiempo solamente de ellos, para ellos, sin horario ni campana para entrar a clase, el olor del verano en el aire caliente de las tardes y las noches, en las caras sudadas después de ganar o perder o pelearse o correr, de reírse y a veces de llorar pero siempre juntos, siempre libres, dueños de su mundo de barriletes y pelotas y esquinas y veredas”
Deshoras (Julio Cortázar)
Suele ser en las tardes de septiembre:
declina el sol, cambia el color del cielo,
la brisa se hace incómoda de pronto,
la claridad que agosto regalaba
resbala ya hacia la playa oscura.
Se marcharon los rostros sonrientes
dejando en sombras las terrazas, gestos
de ocio, de placer, de indolencia:
lo fugaz y lo incierto del verano,
las telas blancas, la luz, la ligereza,
los cuerpos transcurriendo en el descuido
lento y hermoso de la juventud.
A traición, una tarde de septiembre,
el tiempo se hace gris y se dan prisa
las horas que en agosto eran eternas.
La arena ya no siente el pie descalzo.
El mar, que fue la vida, ahora es silencio
y este viento de otoño, inesperado,
es el saludo breve de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario