“Y el verano, siempre, el verano de las vacaciones, la libertad de los juegos, el tiempo solamente de ellos, para ellos, sin horario ni campana para entrar a clase, el olor del verano en el aire caliente de las tardes y las noches, en las caras sudadas después de ganar o perder o pelearse o correr, de reírse y a veces de llorar pero siempre juntos, siempre libres, dueños de su mundo de barriletes y pelotas y esquinas y veredas”
Deshoras (Julio Cortázar)
FIN DEL VERANO
Suele ser en las tardes de septiembre: declina el sol, cambia el color del cielo, la brisa se hace incómoda de pronto, la claridad que agosto regalaba resbala ya hacia la playa oscura. Se marcharon los rostros sonrientes dejando en sombras las terrazas, gestos de ocio, de placer, de indolencia: lo fugaz y lo incierto del verano, las telas blancas, la luz, la ligereza, los cuerpos transcurriendo en el descuido lento y hermoso de la juventud.
A traición, una tarde de septiembre, el tiempo se hace gris y se dan prisa las horas que en agosto eran eternas. La arena ya no siente el pie descalzo. El mar, que fue la vida, ahora es silencio y este viento de otoño, inesperado, es el saludo breve de la muerte.
prepárate para la batalla: aprende a estar sola, a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo, a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta,
a nadar contra corriente. Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto. Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo, rodéalo de fosos profundos, pero hazle anchas puertas y ventanas. Es menester que cultives enormes amistades, que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres, que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños. Si eres una mujer fuerte protégete con palabras y árboles e invoca la memoria de mujeres antiguas. Haz de saber que eres un campo magnético hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados y el óxido mortal de todos los naufragios. Ampara, pero ampárate primero. Guarda las distancias. Constrúyete. Cuídate. Atesora tu poder. Defiéndelo. Hazlo por ti. Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Días y noches te he buscado sin encontrar el sitio en donde cantas te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo te has perdido entre las lágrimas
Noches y noches te he buscado sin encontrar el sitio en donde lloras porque yo sé que estás llorando me basta con mirarme en un espejo para saber que estás llorando y me has llorado
Sólo tú salvas el llanto y de mendigo oscuro lo haces rey coronado por tu mano
Yo no quiero que te vayas,
pero tampoco quiero retener tu llama
para que otros nunca conozcan tu fuego,
ni mojar tu pólvora
para que no prendas junto a nadie.
No quiero eso, ni tampoco
llevarte de la mano hacia ninguna parte.
Solo te dejaría irte de aquí
para que fueras a buscarte
—si así lo necesitaras—,
porque eso significaría que a mi lado
no obtienes las respuestas que precisas.
Cortar el vuelo hacia uno mismo
a la persona a la que amas
es parecido a escribir su nombre
con el bolígrafo que certifica una condena.
No quiero perderte,
pero no te quedes junto a mí
si la fuerza que te empuja
no te impulsa a donde ya estuvimos,
si tus pies no prefieren caminar
en dirección hacia nosotros.
Si esto no te mueve, no lo hagas,
no vengas hacia aquí,
dime adiós y no mires atrás
y déjame que aprenda
que echar de menos no es otra cosa
que el peaje de una felicidad que ya ha partido.
Déjame solo y vacío,
sin canciones que maquillen el fracaso.
Me sentiré querido si te vas de esta manera,
si no permites que la compasión te mantenga junto a mí,
si eres capaz de arrancarme la esperanza de una vez
en lugar de rompérmela con pequeños golpes
que hagan llevadera la derrota.
Porque la derrota nunca es llevadera,
es solo un dialecto del fracaso.
Si sientes culpa, no la sueltes con una despedida a medias,
marchándote un poco el martes
y volviendo mañana,
para dejar la foto el jueves.
No me dejes como quien deja irse deshaciendo en su boca
el caramelo del remordimiento,
ni te vayas yendo lentamente,
poniendo al futuro sobre aviso.
No me entregues la soledad por fascículos, no lo dilates.
Yo quiero que asumas la culpa y la bondad que hay en ello,
desamor sin maquillaje, la verdad sin photoshop.
No te quedes junto a mí,
te lo ruego,
no lo hagas
si es así como te sientes.
Pero si no es esto lo que te aleja,
si solo es temor a que el fracaso
muerda un día nuestras noches,
si temes que sea yo quien me despida,
o si lo que te aleja de mí es,
por ejemplo,
el pasado sujetándote el vestido,
o el zumbido que rodea a los que aman
y fueron desamados,
entonces quédate
y paga al corazón lo que te exija.
Y si se acaba, da gracias al final
por el regalo que el amor
nos puso entre las manos.
Que no hay gloria mayor
que la que ofrece el amor cuando se da,
ni dolor más merecido que el que viene
cuando el dedo del adiós toca el timbre de tu casa.
Empezamos Septiembre rindiendo tributo al gran Dusty Hill que falleció a finales de Julio y, lamentablemente, debemos prolongar los homenajes en memoria de uno de los grandes, nada más y nada menos que el gran Charlie Watts, batería de sus Satánicas Majestades, que dejaba definitivamente sus baquetas el pasado 24 de Agosto.
A pesar de que en el pasado tuvo problemas con las drogas y el alcohol, de los actuales miembros de la banda parecía ser el tipo más "normal" de todos, de modo que si hubiéramos hecho una porra sobre el primero que subiría al Olimpo de las estrellas de rock alcanzando la eternidad, muy posiblemente no hubiera sido el primero ni el segundo en la lista. Sin embargo la vida, y la muerte, son inescrutables y sus designios también.
Estuvo casado hasta el momento de su muerte con el amor de su vida y, tanto en el escenario como fuera de él, le gustaba mantenerse en un discreto segundo plano. Aunque está considerado por todos los expertos como unos de los mejores bateristas de la historia, su estilo estaba muy alejado de la ostentación y de grandes exhibiciones, podríamos calificar su estilo, al igual que su forma de vestir, como discreto a la par que elegante.
Le gustaba el jazz, incluso tenía su propia banda con la que tocaba habitualmente y decía que era su gran pasión, que tocar con los Rolling era un hobby.
Hay muchas anécdotas protagonizadas por el gran Charlie pero una de las que más me gustan es la del día que le propinó un puñetazo a Mick Jagger.
En 1984, en Ámsterdam el grupo mantenía una reunión en la que debatían si seguían o daban por finalizada su carrera como banda. En un momento determinado Jagger le dijo a Watts: "Nada de esto debería importarte porque tú eres sólo mi baterista".
Charlie salió de la reunión y se fue a su cuarto en el hotel donde se alojaban. Un rato después, tras meditar sobre el incidente se vistió, se puso sus zapatos y se dirigió al cuarto de Mick. Cuando este le abrió la puerta, Charlie lo cogió por la pechera y mientras le daba un gancho de derecha le gritó: "No soy tu baterista, tú eres mi maldito cantante".
Supongo que en los más de 50 años que llevan tocando juntos habrá habido buenos y malos momentos, pero su pasión por la música y su amistad los ha mantenido juntos y, sólo la muerte ha conseguido romper esa unión.
¡Salud y seguid disfrutando de su música que será, como ellos, eterna!
AL VOLANTE DEL CHEVROLET POR LA CARRETERA DE SINTRA
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, al luar y al sueño por la carretera desierta, conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca, que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo, que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar, que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?
Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa, mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia, siempre, siempre, siempre esta desmedida angustia del espíritu por nada en la carretera de Sintra o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante galopa por debajo de mí conmigo el automóvil prestado. Sonrío del símbolo al pensarlo, y al girar a la derecha. ¡Con cuántas cosas prestadas voy yendo por el mundo! ¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
A la izquierda la casucha -sí, casucha- al borde del camino. A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos. El automóvil, que hasta hace poco parecía darme libertad, es ahora una cosa en donde estoy encerrado, que sólo puedo conducir si en ella estoy encerrado, que sólo domino si me incluyo en ella y ella me incluye a mí.
A la izquierda, ya atrás, la casucha modesta, menos que modesta. Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía. Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que es feliz. Para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana de arriba tal vez yo haya quedado (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real. Para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina, desde el piso de abajo, tal vez yo fuese algo así como el principe que hay en todo corazón de muchacha, y de reojo pegada al cristal me siguiese hasta la curva en que me perdí.
¿Dejo los sueños a mi espalda, o será el automóvil el que los deja? ¿Yo, conductor del automóvil, o el automóvil prestado que conduzco?
En la carretera de Sintra al luar, en la tristeza ante los campos y la noche, mientras conduzco el Chevrolet prestado desconsoladamente me pierdo en la carretera futura, me sumo en la distancia que alcanzo, y en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible, acelero... Pero mi corazón quedó en el montón de piedras del que me desvié al verlo sin verlo, junto a la puerta de la casucha, mi corazón vacío, mi corazón insatisfecho, mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.
En la carretera de Sintra al filo de la medianoche, al luar, al volante, en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación, en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra, en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí...