La principal función del delantal de la abuela era proteger el vestido que estaba debajo. Pero además, servía como guante para retirar, sin quemarse, la sartén caliente del fuego.
Era una maravilla secando las lágrimas de los niños y, en ciertas ocasiones, limpiando sus caritas sucias. El delantal servía para transportar desde el gallinero los huevos y a veces, también los pollitos. Se utilizaba para recoger los frutos que caían de los árboles al terminar el verano. Cuando llegaban visitas, el delantal de la abuela servía de refugio a los niños tímidos y, cuando hacía frío, la abuela se envolvía los brazos en él.
Aquel viejo delantal, agitado sobre el fuego, oficiaba de fuelle. Y él era el que cargaba con las patatas y la leña hasta la cocina. Servía también de canasto para llevar las verduras desde la huerta. Cuando se acercaba la hora de comer, la abuela salía a la puerta y agitaba el delantal, y entonces los hombres que estaban en los campos comprendían de inmediato que el almuerzo estaba listo. La abuela también lo usaba para colocar en la ventana la torta recién sacada del horno, para que se enfriara.
Aunque quizás hoy en día ya no hay abuelas que tengan que proteger el vestido, dado que hoy hay muchos, y tenemos máquinas que los laven, los mangos de las sartenes ya no queman, las caritas de los niños las lavamos con toallitas húmedas, el fuego lo avivamos girando un mando y el polvo lo quitamos con bayetas ecológicas...En recuerdo de todas esas abuelas, yo tengo colgado en mi cocina un DELANTAL, que me recuerda a esas personas tan queridas y que tantas cosas fueron capaces de hacer con él con todo su cariño.
Por ellas".
Desconozco el autor de este texto que encontré por internet pero me gustaría que fuera un homenaje a una generación de mujeres que, tras una vida dura de resistencia y lucha para sacar adelante a los suyos, forma parte del sector más castigado por la pandemia que nos asola desde hace casi dos años.
Vaya desde aquí mi agradecimiento y admiración a esas abuelas que, sin ser superhéroes, están dotadas de superpoderes e hicieron de su delantal, su capa. Con su mirada llena de amor y sus manos plenas de ternura, nos hacían olvidar nuestras penas al ver su rostro sonriente, guardándose para sí las amarguras de una vida dedicada a los demás.
¡Salud y honor para esas grandiosas mujeres vestidas, generalmente, de negro!
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