«Antonio José Bolívar Proaño sabía leer, pero no escribir. A lo sumo, conseguía garrapatear su nombre cuando debía firmar algún papel oficial, por ejemplo en época de elecciones, pero como tales sucesos ocurrían muy esporádicamente casi lo había olvidado.
Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.
Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuan hermoso podía ser también el lenguaje humano.»
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«-¿Verdad que sabe leer, compadre?
-Algo.
-¿Y que está leyendo?
-Una novela. Pero quédate callado. Si hablas se mueve la llama, y a mí se me
mueven las letras.
El otro se alejó para no estorbar, mas era tal la atención que el viejo
dispensaba al libro, que no soportó quedar al margen.
-¿De qué se trata?
-Del amor.
Ante la respuesta del viejo, el otro se acercó con renovado interés.
-No jodas. ¿Con hembras ricas, calentonas?
El viejo cerró de sopetón el libro haciendo vacilar la llama de la lámpara.
-No. Se trata del otro amor. Del que duele.»
Fragmentos de "Un viejo que leía novelas de amor"
Luis Sepúlveda (Chile, 1949 - Oviedo, 2020)
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