cuando vengas a un mundo desnudo y asfaltado,
aunque no te conozca ni te deba una excusa,
hoy, en este poema, quiero que sepas algo.
Yo usé también la tierra como si fuera mía,
yo también monté en coche y ensucié las estrellas,
yo también tiré al suelo una lata vacía,
abriéndole una herida a nuestro ecosistema.
Yo también fui culpable del deshielo en los polos
en este mundo estéril que te encuentras ahora.
Por mi culpa no cantan las ranas y los grillos,
siento que no conozcas el brillo de la aurora.
No quedarán panteras cuando vengas al mundo,
quédate con mi cara, yo también fui culpable
de que no haya cigüeñas en ningún campanario,
de que todos los ríos se salieran del cauce.
Yo también puse un poco mi granito de arena
para expulsar del globo a los osos polares.
Cuando mires al cielo, échame a mí la culpa
de que no sobrevuelen las águilas reales.
Yo también prendí un fuego y ennegrecí la luna,
quédate con mi cara, yo también fui culpable
por beber en botellas de plástico nocivo,
por enturbiar con cremas el agua de los mares.
Yo jamás planté un árbol, porque no tuve tiempo,
yo te robé la sombra de camino a tu casa.
Ya no quedan abejas porque no quedan flores,
Las arranqué una tarde y adorné mi solapa.
Por si acaso te llegan mis palabras un día
cuando no quede agua ni en tus ojos siquiera,
has de saber que el tiempo que anduve por la vida
yo también tuve culpa de la sed que te quema.
Quédate con mi cara, y aunque ya me haya ido,
hazme a mí responsable de la ausencia de selvas.
Yo asfalté la explanada de mi trozo de mundo
y te dejo una bola de cemento en herencia.
Hoy te mando un mensaje sin saber ni quién eres,
pero cuando me escuches, ya estarás en la tierra,
y aunque yo me haya ido, esta carta era un poco
una forma de oírme para sentir vergüenza.
Aquí te entrego un mundo que exuda pesticidas,
yo insuflé sus arterias de laca y detergente.
Yo no salí a las calles para manifestarme,
pensé que eso era propio de tribus emergentes.
Y heme aquí, recitando, ahora que ya no existo,
que soy solo un capricho de la tecnología,
pidiéndote disculpas por no cuidar el mundo,
a ti, querido alguien que nacerás un día.
Magdalena S. Blesa
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