Los sacos de grano
Dos hermanos heredaron la granja de su padre y decidieron seguir
trabajando en ella y repartirse al cincuenta por ciento la producción.
Durante un tiempo, el grano resultante de la cosecha se guardaba en
sacos y se repartía en dos montones iguales.
Con el tiempo, el mayor de los hermanos se casó y tuvo hijos,
mientras que el pequeño permaneció soltero. A menudo, el soltero pensaba
en su hermano mayor y en el hecho de que, teniendo mujer e hijos,
necesitaba más que él, es decir, más de la mitad de los productos que
generaba la granja. Llevado por este pensamiento, se dedicaba en secreto
a visitar de vez en cuando el granero y trasladar unos cuantos sacos
desde su montón al de su hermano.
Este, por su parte, también pensaba a
menudo en su hermano pequeño y sentía que debía de estar muy solo, y que
si ahorraba algo más de dinero tal vez le resultaría más fácil
encontrar una mujer y crear su propia familia. De modo que, también en
secreto, visitaba algunas noches el granero y movía unos cuantos sacos
desde su montón al de su hermano.
Sin saber cómo, se dieron cuenta de que nunca les faltaba el grano, y
ambos se sintieron generosos y afortunados. La moraleja es muy simple:
cuando damos, ya estamos recibiendo. Esto nos sucede también cuando el
grano no se ve, pero pesa de igual modo en nuestra despensa de
felicidad.
Josep López (Buen Karma)
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