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Tiene los ojos del color de esa camiseta que te pondrías cada día y cada día sería un día de fiesta. Contiene en ellos la mejor de las tormentas, bandadas de escorpiones de caramelos y un sinfin de pecaminosas transparencias. Te mira desde abajo como si fueras el último helado del desierto y te preguntas: "¿Qué hago, vigilándole los párpados, en lugar de edificarle un palacio de sudores, una biblioteca de besos alfabéticos, un orgasmo de pétalos ardientes, una estación de tren sin desencuentros?" Y lo haces. La violamas. La acaritrozas. La embistomas. La mimollas. Y ella canta, como la tierra cuando el rayo la perfora. Años después, cuando cesa de terremotear maremotos coño adentro, te mira con esos ojos del color de la más bella camiseta y quieres meter los brazos, la cabeza todo el cuerpo. Y lo haces. Te quedas a vivir ahí, y te alimenta de escorpiones de caramelo, al abrigo de la mejor de las tormentas, inquilino vitalicio y sin contrato de todas sus transparencias. Si eso no es ser feliz, es que ser feliz aún no se ha inventado. Pero en eso estamos. Carlos Salem (Buenos Aires, 1959)
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miércoles, 26 de enero de 2022
La vie en rose - Louis Armstrong
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