domingo, 30 de enero de 2022

El canto del gallo - Radio Futura




Una noche, mientras Meme estaba en el baño, Fernanda entró en su dormitorio por casualidad, y había tantas mariposas que apenas se podía respirar. Agarró cualquier trapo para espantarlas, y el corazón se le heló de pavor al relacionar los baños nocturnos de su hija con las cataplasmas de mostaza que rodaron por el suelo. No esperó un momento oportuno, como lo hizo la primera vez. Al día siguiente invitó a almorzar al nuevo alcalde, que como ella había bajado de los páramos, y le pidió que estableciera una guardia nocturna en el traspatio, porque tenía la impresión de que estaban robando las gallinas. Esa noche, la guardia derribó a Mauricio Babilonia cuando levantaba las tejas para entrar al baño donde Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, sin un quejido, sin una protesta, sin una sola tentativa de infidencia, atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas que no le concedieron un instante de paz, y públicamente repudiado como ladrón de gallinas.

Cien años de soledad (Gabriel García Márquez)

miércoles, 26 de enero de 2022

La vie en rose - Louis Armstrong



 









 Como la tierra


Tiene los ojos del color de esa camiseta
que te pondrías cada día
y cada día sería un día de fiesta.

Contiene en ellos la mejor de las tormentas,
bandadas de escorpiones de caramelos
y un sinfin de pecaminosas transparencias.

Te mira desde abajo
como si fueras el último helado del desierto
y te preguntas:
"¿Qué hago, vigilándole los párpados,
en lugar de edificarle un palacio de sudores,
una biblioteca de besos alfabéticos,
un orgasmo de pétalos ardientes,
una estación de tren sin desencuentros?"

Y lo haces.
La violamas.
La acaritrozas.
La embistomas.
La mimollas.

Y ella canta, como la tierra cuando el rayo la perfora.

Años después, cuando cesa de terremotear
maremotos coño adentro,
te mira con esos ojos del color de la más bella camiseta
y quieres meter los brazos,
la cabeza
todo el cuerpo.

Y lo haces.
Te quedas a vivir ahí,
y te alimenta de escorpiones de caramelo,
al abrigo de la mejor de las tormentas,
inquilino vitalicio y sin contrato
de todas sus transparencias.

Si eso no es ser feliz, es que ser feliz aún no se ha inventado.

Pero en eso estamos.

                   Carlos Salem (Buenos Aires, 1959)


sábado, 22 de enero de 2022

Are you lonesome tonight - Elvis Presley




La soledad es eso

La calle
tras la última sesión;
veinte llamadas
perdidas
sin respuesta;
otras tantas cervezas;
en el frío gélido del amanecer,
un tipo
atravesando un parking
hacia su coche...

La soledad es eso,
ahora lo sé:
lo que hay
antes y después de tu nombre.


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Cuando es tarde o demasiado pronto y además para qué

Lleva un rato
despierto,
tirado
entre las mantas,
con la tele
sin voz.
Al fin,
como quien da
a la llave
de contacto,
enciende
un cigarrillo.
Se levanta. Mira
por el cristal:
una pareja
acelerando el paso
ante lo que parece
un inminente
chaparrón.
Aquí y allá
van encendiéndose
las luces.
En el reloj
de su muñeca
son las seis.
Vuelve a tumbarse.
Fuma. Enreda
en el dial.

                                           Karmelo C. Iribarren

martes, 18 de enero de 2022

The price you pay - Bruce Springsteen




¿PONIÉNDOME VIEJO?

Te estás volviendo viejo -me dijeron-, has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario.

No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio. He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad. No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.

Dejé las noches de fiestas por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente. Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.

No, no me estoy poniendo viejo. Llevo en el alma, lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre. Llevo en las manos, la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables, para aquellos que solo buscan la frivolidad de lo material.

Llevo en mi rostro, la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar. No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado.

Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.

No, no es que me esté volviendo viejo, por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.

No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.

No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.

No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.

Víctor Hugo  (Francia 1802-1885)

viernes, 14 de enero de 2022

Gitana - Derby Motoreta’s Burrito Kachimba



Romance de la pena negra

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?

Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

                   Federico García Lorca 


lunes, 10 de enero de 2022

Mejor - Los Brincos




 




 El futuro 


Y sé muy bien que no estarás.

No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.

Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.

No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

                                           Julio Cortázar


jueves, 6 de enero de 2022

The lion sleeps tonight - The Tokens




Carta a los Reyes Magos

A los Reyes d’Oriente les pío,
yo les pío una cosa mu güena:
¡Que no lloren los niños! ¡que no!
por la curpa de nuestra torpeza,
que na más nus jagan pucherinos
cuando quieran estrujá la teta,
que no lloren por otras custiones
porque asina se quean sin juerza.

¡Que no lloren ni jagan pucheros!
por la jambre que azote su tierra,
que hay condumio pa tos, y de sobra,
na más farta una miaja e concencia
pa mercá un quilino e garbanzos,
enlialo con nuestra vergüenza
y mandalo con mucho cariño
pa onde hay niños que sufren miseria.

¡Que no lloren los niños! ¡que no!
por la farta de delicaeza,
por sé hijos na más d’unos padres
que no tién corazón ni concencia
y s’enfuscan metiendo cizaña
y s’enzarzan en fieras peleas
y arremeten contra’l chiriveje
por su mala bebía y su pena.

¡Que no lloren ni jagan pucheros!
que su llanto me jierve’n las venas,
que no lloren porque haiga presonas
qu’embargaos por su mala ralea
quien jacernos volá en peazos
y disparan a tontas y a ciegas
pa pintá del coló de la sangre
una fría y jedionda frontera.

¡Que no lloren los niños! ¡que no!
que se riyan con toas sus juerzas,
que regüervan, qu’estrocen, que chillen
y alevanten doló de caeza,
porque asina se ve qu’están juertes
y no hay cosa que más nus alegra
qu’esa risa que nus trae añoranza
d’argún tiempo de nuestra inocencia.

Al Melchó, con su barba tan branca,
al Gaspá, a la lus de la estrella,
y a ese Rey que a mí de nuevino
me dio mieo su jeró tan negra,
a esos Reyes d’Oriente les pío
más que un ruego una desigencia:
¡Que no lloren los niños! ¡que no!
porque asina se quean sin juerza.

          Javier Feijóo (Badajoz, 1960)

lunes, 3 de enero de 2022

Wishin' and hopin' - Dusty Springfield




“En este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila. También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una persona amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo”.

Ángeles Caso (Gijón, 1959)