Eclipse es más de lo mismo dentro de la saga Crepúsculo. Virginidad vampírica e infantilismo amoroso con torsos desnudos sin venir a cuento y con cierta sensación de “deja-vu” y de alargamiento de la historia con conversaciones intrascendentes y que cuesta creer que las hagan unos adolescentes por lo metafísicas que pretenden ser. Sigue teniendo ese toque de autor que hace que los efectos especiales no sean gran cosa y siempre salgan perdien- do frente a otras producciones. Los actores están como siempre. Muy lineales, sobre todo el personaje de Bella que necesita una trasfusión de sangre como el comer. La estructura intenta evitar la monotonía intercalando flashback del pasado de los personajes y la subtrama de la creación de un ejército de nuevos vampiros que prometen una gran batalla final, pero que se resuelve de forma atropellada y que carece de épica alguna.
Una pena que su única intención artística sea enseñar musculamen para excitar a las jovencitas y asaltar la taquilla con una propuesta tan pobre. (www.loqueyotediga.net)
La famosísima saga fantástica destinada al público adolescente remonta el vuelo en su tercera entrega.
Dirigida con pulso por David Slade (30 días de oscuridad), Eclipse repite el eficaz cruce de fantasía y romance del episodio inaugural sin ser un calco. La tercera parte de la serie explora otras sendas del melodrama romántico y su concepción de la acción y tratamiento del elemento fantástico son distintos a los de las anteriores entregas. Menos ligera en lo emocional que sus antecesoras, Eclipse es sorprendentemente amarga en su exposición del dilema romántico de Bella (Kristen Stewart) y su efecto sobre las partes implicadas (véase la magnífica secuencia del westerniano duelo verbal en la montaña entre el vampiro y el licántropo que rivalizan por la protagonista). El discurso de fondo es tan conservador como en las anteriores entregas, pero hay cierta voluntad de contrapunto e incluso destellos de ironía. En su vertiente fantástica, Eclipse es irresistible como monster movie adolescente (la entrada de otros personajes que se mueven en grupo le da, además, un punto curioso de película de bandas) y es muy potente en las formas. A la acción le falta coreografía, y los flash-backs del pasado de los vampiros no funcionan (su conexión con la naturaleza legendaria de los personajes es muy interesante, pero su ejecución es demodé). Pero son males menores en una ensoñación juvenil ágil, tremendamente vistosa y con algunas ideas e imágenes fantásticas extraordinarias. Sirvan de ejemplo la poética muerte de los vampiros, que -literalmente- se rompen al estar congelados, y la ya icónica imagen de Bella y el lobo mirando juntos hacia el campo de batalla.
(Desirée De Fez, revista Fotogramas)