Sería difícil añadir algo que no se haya dicho ya a la reciente muerte del poeta y músico extremeño Roberto Iniesta Ojeda, conocido por todos como Robe el de Extremoduro.
Muchos adjetivos podrían aplicarse al bueno de Robe, fluyen, como ríos en primavera, por las redes sociales, en forma de homenajes sentidos, por sus amigos, compañeros y seguidores; pero si tuviera que definir a Robe con pocas palabras diría que era un tío auténtico y que convertía en poesía lo cotidiano de la vida.
Tal vez la música (puede que todo lo que rodea al negocio) lo llevara por caminos poco recomendables pero esa misma música (si quitamos todo lo que rodea al negocio y nos quedamos con la parte artística y creativa) lo salvó y lo alejó de esos caminos escabrosos.
Sin duda, su música es de las que te golpean dentro y te sanan el alma. Creo que es lo que buscaba Robe cuando componía una canción. Creo que consiguió su objetivo y pasar a la eternidad con su música y, especialmente, con sus letras.
Es difícil escoger una de sus canciones como obituario, pero la que suena hoy en el blog, por muchas razones, alguna de ellas muy personal, es una de mis favoritas y, además, creo que resume fielmente su paso por este mundo y lo que nos deja su música..."el poder del arte bien nos pudiera salvar de una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte...".
Vuela alto hombre pájaro, hasta siempre Robe, hasta siempre, siempre, siempre...



