viernes, 22 de septiembre de 2017

Beds are burning - Midnight oil



Es de sobra conocida la "voracidad" de la que hace gala el sistema capitalista que rige nuestros destinos.

Cuando se trata de hacer dinero el sistema no se detiene ante nada ni ante nadie y es capaz de llevarse por delante todo aquello que se interponga en su camino. Ante la posibilidad de dejar de ganar se asegura que pierda cualquiera, causa o persona, que intente impedir que su codicia sea satisfecha.

El ecologismo y la sostenibilidad no existen en su diccionario. Los elementos más ultras del sistema niegan incluso el cambio climático y los efectos devastadores de la acción del hombre sobre el planeta Tierra.

Por contra, las antiguas civilizaciones y, en especial, las poblaciones indígenas, destacan por su capacidad de cohabitar en perfecta armonía y simbiosis con la madre naturaleza, aprovechando sus recursos de una manera sostenible y racional y procurando conservar el entorno.

Una muestra de esa sensibilidad hacia el medio ambiente es el proverbio de los indígenas norteamericanos que dice: «Sólo después de que el último árbol haya sido cortado. Sólo después de que el último río haya sido envenenado. Sólo después de que el último pez haya sido pescado. Sólo entonces descubrirás que el dinero no se puede comer»

Estas dos posturas enfrentadas y opuestas libran una batalla más en el tema   de  la mina de litio que una empresa australiana , junto con alguna española, pretende explotar, a cielo abierto, en la antigua mina de Valdeflores a escasos cuatro kilómetros de la ciudad de Cáceres.

Una mina a cielo abierto,y con técnicas de extracción tremendamendamente agresivas , que desintegrará la sierra de la Mosca, acabará con la flora y la fauna del lugar y que contaminará las aguas y las tierras colindantes, a cambio de una rentabilidad poco probable para la ciudad y 100% segura para las empresas implicadas en la explotación.

Los defensores de la puesta en marcha de la mina alegan, fundamentalmente, el posible impacto económico sobre la ciudad y sus habitantes.


Los detractores de la explotación a cielo abierto, encabezados por la plataforma Salvemos la Montaña, hacen hincapié en el desastre ecológico que supondría una explotación de esas características.


Ahora hay que decidir (hablo de los ciudadanos, los gobernantes ya sabemos de qué lado se posicionarán) si queremos seguir alimentando el sistema, acabando con la riqueza ecológica de la zona a cambio de un fajo de billetes (más o menos grande, creo que el tema no es la altura del fajo) o si, por el contrario, nos decidimos, de una vez por todas, a salvaguardar el medio ambiente para poder dejar a nuestros hijos un planeta apto para vivir en él y apostamos por energías limpias y sostenibles que respeten la naturaleza (las hay pero al sistema no le interesa su explotación por oscuros intereses).

La entrada de hoy, (un poco larga, pido disculpas por ello) la ambienta un grupo australiano (casualidad) que ya nos ha visitado en otra ocasión y que siempre se ha mostrado muy comprometido con el medio ambiente y con la defensa de las poblaciones aborígenes que, en numerosas ocasiones, han sido despojadas de sus tierras por las grandes corporaciones empresariales, con la colaboración inestimable de los gobiernos, para explotar y rentabilizar los recursos naturales presentes en ellas. La canción que suena trata este tema y aboga por la restitución de las tierras a sus originarios habitantes y una petición de perdón por los daños ocasionados.

Fehacientemente deseo que el respeto al medio ambiente y a la vida venza, por una vez, al dinero y que no tengamos que recurrir algún día a las palabras que el Jefe Seattle de la tribu dewamish, escribía en una carta dirigida al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce, en  1855: «¿Dónde está el bosque espeso?: Desapareció. ¿Qué ha sido del águila?: Desapareció. Así se acaba la vida y solo nos queda el recurso de intentar sobrevivir»

¡Salud, buena música y...NO a la mina!


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