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miércoles, 3 de mayo de 2023

Hey fisherman - Who are those guys




Amenaza

A un señor le robaron un caballo. Al día siguiente apareció en todos los periódicos el siguiente anuncio:

"Si no se me devuelve el caballo que me ha sido robado, la necesidad me obligará a recurrir a las medidas extremas que adoptó en un caso análogo mi padre".

La amenaza surtió efecto. El ladrón, desconocedor del mal que le amenazaba, pero suponiendo que había de ser algo horrible y extraordinario, se atemorizó y, sin ser visto, llevó al caballo a la hacienda donde lo robara. El dueño, lleno de júbilo por tan feliz desenlace, decía a sus amigos que le complacía sobremanera no haber tenido que seguir el ejemplo de su padre. -Pero, bueno, ¿qué es lo que su padre hizo? -le preguntaron.

-¿Qué hizo? Ahora lo van a saber... Le quitaron el caballo en una posada. Entonces, él se puso la silla en las espaldas y regresó a casa a pie. Juro que yo hubiera hecho lo mismo si el ladrón no hubiera sido tan complaciente.

Antón Chéjov (Rusia, 1860 - Alemania, 1904)

martes, 29 de marzo de 2022

School - Supertramp





En la escuela no me hablaron
de la luna y sus fases,
de la tierra y sus ciclos,
no me hablaron de la muerte
como nacimiento,
no me hablaron de la sexualidad
como sagrada,
no me hablaron del cuerpo
como templo emocional.

Me hablaron de adaptarme,
de encajar,
me hablaron de sentarme
siempre en el mismo banco
y ver repetidamente un solo
ángulo de las cosas.

Me calificaron con números,
me hicieron sentir a veces más
pero casi siempre menos que otro.

A veces lo merecía,
otras veces no.

Me dijeron que era distraído,
rebelde e irrespetuoso,
me dijeron que me calle,
que estudie hasta lo que no me guste
y que saque una hoja
como amenaza.

Me quisieron dar miedo,
me quisieron sumiso,
me quisieron sistémico,
me quisieron sin chistar,
me quisieron obediente,
me quisieron prolijo.

Pero nunca nadie quiso
que me descubriera.

Nadie me esperó,
nadie me preguntó,
nadie se detuvo a mirarme.

¿Cuándo va a existir una escuela
que nos mire a cada uno detenidamente?

¿Cuándo vamos a dejar de querer ser todos iguales?

Somos lobos bautizados perros.

Quiero aullar a la luna
sin que me digan loco,
quiero vivir a mi ritmo
sin programarme metas.

Quiero sentir sin miedo.

Te regalo mi estructura,
te regalo mi productividad.

A mi déjame libre, creativo,
y aunque no te guste,
y aunque te incomode,
déjame también
salvaje.

          Milagros Neptuno


martes, 7 de diciembre de 2021

Livin' on a prayer - Bon Jovi




"Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada. La propiedad me ha hecho cruel.

Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en la casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.

Antes era un hombre.

Ahora soy un propietario".

"Gallinas" de Rafael Barrett (Torrelavega, 1876-Francia, 1910)

jueves, 24 de diciembre de 2020

Oh come all ye faithful -Twisted Sister




Curioso cuento de Navidad (basado en una historia real)

Joan Bescará había enviudado hacía ya unos cuantos años y vivía en compañía de su único hijo. Era una persona austera que después de trabajar toda la vida, en una pequeña finca heredada de sus padres, consiguió amasar una considerable fortuna en tierras, valores y otras posesiones destinadas a su hijo Joanet, para que siendo como él, trabajador y competente, la aumentara aún más.

Pero Joan no había previsto, y quién lo hubiera hecho, que un par de años después un militar fascista organizara un golpe de estado contra la república legalmente instituida que abocó a la población a una guerra civil cruenta e injusta a la que Joanet, su hijo se presentó para combatir en el ejército republicano.
Mayor y enfermo como estaba, la incorporación a filas de su único hijo le sumió en una depresión que iba minando aún más su frágil salud. Entonces decidió hacer testamento para legar todos sus bienes a su hijo y evitar problemas futuros. Alguien le comentó que si Joanet no podía hacerse cargo de la herencia, por cualquier motivo, toda ella iría a parar al Estado, un Estado que estaba pendiente de definir en la vorágine de la contienda pero que cada vez más, parecía que iba a ser fascista.

No era hombre religioso, aunque tampoco se manifestaba en contra de nada. Sólo se había dedicado a trabajar y no le preocupaba en absoluto el futuro después de la muerte, sino la vida anterior a ella. Algo sí tenía claro no obstante, que el párroco de la iglesia del pueblo no era de fiar; de derechas a ultranza y de pensamientos radicalmente conservadores y contrarios a los suyos, siempre habían tenido una inexistente mala relación. Por ello, saltándose su autoridad, después de consultar con el notario, decidió añadir a su testamento una cláusula mediante la cual si a su muerte, su hijo no podía hacerse cargo de la herencia en el periodo legal señalado, ésta pasaría a manos de la iglesia.

Un año después, sin haber vuelto a ver a su hijo, Joan Bescará falleció. Todos los bienes quedaron en espera legal, aunque las tierras, la masía, los animales y la explotación global, con el fin de no sufrir deterioro, fueron asignados temporalmente a la iglesia que nombró administrador de los mismos, por proximidad y conocimiento del terreno, al párroco del pueblo.

La guerra acabó. El golpista la ganó y empezaron las represalias contra los que habían participado en el bando contrario. Los republicanos huían, se exiliaban o se escondían de toda relación. En este contexto el párroco, beneficiado por sus acciones afectas al régimen ganador, se permitió ordenar que como administrador y dado por desaparecido el heredero, todos sus bienes le fueran adjudicados. Ni siquiera en el obispado se atrevieron a contradecir su postura para no ser tachados de desafectos.

El tiempo siguió pasando. Cinco años más tarde, con las primeras nieves del mes de Diciembre, Joanet Bescará se presentó en el pueblo. Sin delitos de sangre probados, después de un doloroso periplo por campos de concentración y cárceles, fue indultado y aunque con la etiqueta de rojo, se le permitió la libertad. Se presentó al párroco en reclamación de los bienes que legalmente le pertenecían ofreciendo que sólo le devolvieran las tierras y la masía para poder trabajar en ella y seguir los pasos de su padre. A todo el resto de la abundante fortuna, renunciaba. No fue aceptado. Con sorna, el párroco le negó todas sus solicitudes y para agrandar aún más su venganza, le ofreció trabajo como peón en las mismas tierras que reclamaba, para que trabajara para él. Aceptó. ¿Qué otra opción tenía?

Como era tradicional cada año a las 12 de la noche del día 24, se oficiaba la misa del gallo que siempre había tenido asistencia, pero que en esos tiempos el párroco la declaró obligatoria y a la que nadie faltaba en evitación de males peores. Por eso a ella también se presentó Joanet, el cual no había vuelto a manifestar ninguna opinión desde la entrevista con el párroco. En el momento de la eucaristía el mosén, bajando los escalones del altar, se situó junto al nacimiento que con figuras de tamaño real se mostraba con orgullo cada año en la iglesia por esas fechas. Joanet hacía cola de manera sentida, manos a la espalda y mirada baja en espera de su turno. Cuando llegó a la altura del párroco, levantó la cabeza, miró a los ojos del cura y con gesto rápido y limpio sacó la hoz que llevaba con disimulo en la faja y de un certero y único golpe rebañó la cabeza del mosén que fue a parar sangrando a la bandeja de la figura que representaba a un rey mago como si fuera una ofrenda al niño Rey. Joanet Bescará salió huyendo a grandes pasos cuando aún la gente no se había repuesto de su sorpresa y entre las sombras de la noche se perdió.

Nunca nadie supo nada más de él. De todas maneras si se pasan alguna Navidad por el pueblo, podrán comprobar que en el pesebre de cada año hay una figura que representa a un rey mago que ofrece una cabeza humana al niño Jesús.

José Luis Trujillo