Tenía en la cabeza un diseño casi ideal. Divino para ser más exactos. Dios quería un Paraíso. Pero el Mundo le explotó. Y con tamaña explosión no pereció de milagro. Porque era Dios que si no… Y viendo lo que se había formado, que la Creación se le había ido de las manos, Dios se refugió en el hombre. Porque ahí fuera no había quien pudiera vivir con tanta radiación cósmica, rayos ultravioletas, agujeros negros, vientos solares y choques interestelares. Se metió en el cerebro bajo forma de palabra, se ocultó en los circuitos, se hizo idea neuronal. Dios quiere que se le piense, invente y reconozca porque sino ¿para qué tanto trabajo? Dios quiere al hombre para ser. Lo malo es que Satán también. Y vagan por las creencias, sentencias y dependencias, como si fueran Mal y Bien. El Gran Pum no fue más que un accidente. Dios no quería que el mundo fuera así. Le explotó en las manos. Y si no es por un milagro, y mueren los dinosaurios, y llegan monos sagaces que inventan la inteligencia pues ¡nos quedamos sin Dios! Alfonso Vallejo (Santander, 1943-Madrid, 2021) |
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lunes, 4 de diciembre de 2023
La trilogía: Dios, el hombre y el amor - Lone Star
jueves, 21 de septiembre de 2023
A sky full of stars - Coldplay
A veces
si miro de noche al cielo
y observo la luna y las estrellas
creo que lo he comprendido todo
en un instante
de golpe y por puro azar,
sin saber muy bien por qué.
Me pregunto
qué tipo de nervios
recorren los planetas
y trasladan la electricidad
de punto en punto,
uniéndolo todo
como un laberinto
que acaba aquí.
Lo sé y no lo sé
al mismo tiempo.
Pero casi lo invento.
Adivino el límite total de todo
en el borde del firmamento,
las aristas que todo lo sostienen,
las intersecciones y nudos
que matemáticamente estructuran la realidad.
Me pregunto cómo yo
pequeño animal instantáneo,
accidente accidental de una siesta compartida,
fui presentado al cromosoma Filadelfia
a las Pléyades y a Plutón.
Me pregunto por qué he podido escuchar a Beethoven,
a los pájaros cantores de tantas alamedas,
y sobre todo a ti,
oculta en lo profundo de lo más profundo,
sujeta a lo verde,
silenciosamente junto a mí.
A veces
si miro de noche al cielo
me siento milimétrico y exactamente nocturno
como una ecuación
llena de constantes inconstantes
e incógnitas sin solución
que se fueran resolviendo
simultáneamente
bajo las estrellas
en un instante
de golpe y por puro azar.
y trasladan la electricidad
de punto en punto,
uniéndolo todo
como un laberinto
que acaba aquí.
Lo sé y no lo sé
al mismo tiempo.
Pero casi lo invento.
Adivino el límite total de todo
en el borde del firmamento,
las aristas que todo lo sostienen,
las intersecciones y nudos
que matemáticamente estructuran la realidad.
Me pregunto cómo yo
pequeño animal instantáneo,
accidente accidental de una siesta compartida,
fui presentado al cromosoma Filadelfia
a las Pléyades y a Plutón.
Me pregunto por qué he podido escuchar a Beethoven,
a los pájaros cantores de tantas alamedas,
y sobre todo a ti,
oculta en lo profundo de lo más profundo,
sujeta a lo verde,
silenciosamente junto a mí.
A veces
si miro de noche al cielo
me siento milimétrico y exactamente nocturno
como una ecuación
llena de constantes inconstantes
e incógnitas sin solución
que se fueran resolviendo
simultáneamente
bajo las estrellas
en un instante
de golpe y por puro azar.
Alfonso Vallejo (Santander, 1943-Madrid, 2021)
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